13 DE MAYO DE 2046
Rabab Tebbouche Hafnaoui | Abbali

El viento soplaba.

Caminé hasta aquel local con ventanales opacos y me paré a mirar la puerta. Sentía un poco de nostalgia al mismo tiempo que repulsión por cómo había acabado la pequeña ciudad en la que crecí. Olía a orina, cigarros y alcohol.

Castellón ya no es lo que era, lo supe desde aquella noticia en 2023, «Castellón, tercera capital española en la que se consume más cocaína». Algunos jóvenes vieron en esto una oportunidad de hacer dinero fácil y se lanzaron, convirtiéndose poco a poco en nuevos adictos que fomentarían el mercado. Aún recuerdo los gritos de cada una de las madres llorando al ver a su hijo siendo metido en el coche de policía. Recuerdo cada uno de ellos, recuerdo el de mi madre más que nada, como se derrumbó después de eso, como a pesar de que mi hermana y yo le repetimos que no podía seguir defendiendo a un criminal, que después del incidente, nada lo iba a sacar de la cárcel sin que cumpliera condena.

Tal fue su locura que arruinó a la familia, gastó todo el dinero, cada céntimo en buscar al mejor abogado. Nosotras nunca la comprendimos, ni entonces ni ahora.

Seguía viendo el local. Un cartel decía «Las conversaciones siempre son peligrosas si se quiere esconder alguna cosa».

Había escapado, me había buscado una nueva vida, jefa de D&PA, una empresa exportadora de nadie sabe qué, sólo mis confidenciales y yo, y eran necesario que este secreto nunca saliera.

Esa era mi vida, haciendo lo de siempre lejos de mi cuna.

Decidí que ya era hora.

«¿Qué quieres de mí?» Fue lo primero que dije al entrar y verle sentado en un sofá más viejo que el mismo suburbio en el que estamos . Una mirada casi vacía me miró, sus ojos se iluminaron solo un poco. No me di cuenta de que lloraba hasta que me picó la mejilla. El me sonrió, solo un poco, solo con un poco de cariño. Debería tener unos 37 años ahora. Había pasado 18 años en la cárcel, pocos me parecían. Mi cabeza dejó de de funcionar solo un segundo, mi cuerpo no pudo contenerse y lo abracé. Sentí que cavaba mi propia tumba al abrazar al asesino parricida que sin quererlo también acabó con la vida de mi madre, que sin quererlo separó nuestra familia y dejó huérfanas a sus hermanas. El mismo que acabó con mi vida, y el mismo que me hizo empezar una nueva.