Claudia no está animada hoy. Su tele anticuada revela los datos actualizados del paro, siguen siendo alarmantes y ello la condiciona un poco más para no querer sonreír otro día mas. Lo tiene decidido. Hoy es el día.
Echa un último vistazo a la pantalla del portátil, prestado hace unas semanas por su prima Elsa, que estos días no va a necesitarlo mientras se recupera en el hospital público Zendal. Nada nuevo, ningún email despierta su interés y se concentra en su idea inicial. Hoy será el día. No va a gastar agua caliente esta gélida mañana de noviembre. El despertador martillea su consciencia desde hace seis incansables minutos, pero no va a apagarlo.
A pocos metros un gruñido le hace girar lentamente la cabeza y detener su respiración por un instante. Decide ignorar el espeluznante sonido al otro lado de la puerta. La máquina de café la mira guiñándole un ojo. Tenía que haber reparado la luz de encendido hace meses . Está desnuda, su cuerpo no parece presagiar sus intenciones y exuberante , provocador y lleno de vida parece pedirle marcha, movimiento, alegría… Pero ella no atenderá a sus instintos, hoy no. 12 Minutos ya del sonido chirriante que persiste en la sala , parece que el tiempo corre más de lo normal en este plomizo amanecer.
El gruñido se eleva y se transforma en un retorcido alarido feroz . Sus ojos se abren queriendo escapar de sus cuencas, presos de un miedo incontrolable. Lentamente se acerca a la sólida puerta de hierro de color rojo y pega su oreja intentando traducir el dolor tras ella. Escucha sus propios latidos que laten despacio, quizás más de lo normal, ¿Acaso no debería latir mas rápido por el miedo? 16 Minutos y el momento se acerca . Observa el hacha, está afilado, muy afilado. Despega la cabeza de la puerta y se dirige a la cocina . Debe agarrar el hacha, es la hora . 18 Minutos, Claudia se ha maquillado sus labios carnosos de un rojo mate muy sensual, su melena negra, densa, ondulada y brillante abriga sus hombros cae desordenada por su espalda. Agarra fuertemente el hacha y nota como se tensa todo su cuerpo, con un escalofrío que le recorre la columna erizando toda su piel. Se gira bruscamente y con los ojos entornados, el hacha férreamente asida y con ambos brazos levantados hacia delante, se enfrenta a la puerta roja. Abre lentamente el pestillo, mira hacia la oscuridad de su interior, avanza descalza , firme y lentamente con la herramienta en alto.
20 Minutos suena su reloj, la cuenta atrás ha finalizado. El hacha se mueve ágil, rápida y enérgicamente contra aquel rostro que se abre en dos como un melón. Está hecho. Nada será igual en el minuto siguiente.