Sentí quemarse mi piel cada vez más fuerte,
Abrí los ojos lentamente, pesaban, mi instinto era saber que pasaba y me fue imposible, sonidos alrededor, gritos de niños jugando, ¿mi plaza?, ¿serán mis amigos jugando a la pelota?
!Pero yo no juego a la pelota desde los trece años!, me recuerdo pateando la pelota plástica que tenía un mapamundi grabado,
El dolor en mi espalda me recordó mis casi 40 años y este olor,…¿salado?
Un aroma salado, a mar, ¿Cartagena?
¿Estoy en Cartagena? No puede ser, mi tía ya no trabaja cuidando la residencial, así que no podía haberme quedado en su casa, en la playa, pero ¿donde?
No recordaba nada y tampoco era la resaca de San Juan, porque no habían ni fogatas ni maderas apagándose , dejar lo malo atrás y traer lo bueno.
¿Me habrán echado algo en la bebida?, no podía recordar nada y sentía mi cuerpo como si estuviera rostizándose dentro de una máquina de moler carne.
El sol quemaba y mirarlo me dejó casi ciego cinco minutos,
Cerré los ojos y tragué un sabor amargo, ¿quizás cocaína?
No puede ser, la dejé hace años, pero ¿que pasó ayer?
¿Por qué estoy aquí, en esta playa?, ¿que playa?
La gente habla en muchos idiomas , incluso algunos que parecen lenguas muertas, profundas como la cuerda de un violonchelo tocada por una varilla seca y otras salidas desde la sordina de una trompeta,
trato de levantarme y hundo la mano y mi brazo por completo en la arena, es amarilla, casi líquida y no puedo contener el llanto,
No sé por qué estoy llorando, trato de recordar la noche pasada y nada,
Un dolor en mi cuello, y el estallido de un muro contra nosotros , ¡Sheila!, ¿donde está Sheila?
Me paré como pude y me llamó la atención de que nadie se miraba con los otros, parecían estar todos divagando en sus propios pasos, quizás una noche letal para todos, creí recordar donde estaba el carro estacionado y me acerqué al sitio donde normalmente aparcábamos, lo más cerca de los baños, Sheila y su pudor enfermizo, quizás esté ahí, busqué el cartel del WC y una multitud cerraba en banda el lugar, grabando con móviles en mano, pero me parecieron traslúcidos, lejanos y su barullo, como ecos de una cueva,
Me acerqué,y me deslice entre ellos, parecía todo una electricidad transparente, crucé el grupo de personas y reconocí mi coche estrellado contra el muro del parking, dos bolsas negras eran custodiadas por unos guardia civiles y pude reconocer el mechón de Sheila desapareciendo al cerrarse la bolsa izquierda, en el bulto a su derecha apenas reconoci mi chaqueta y en el suelo un puñal, sentí las quemaduras en mi mejilla, crucé y me detuvo un trueno, que dijo -» está bien , ya has visto el comienzo del viaje»-, dolió el abrazo de sus alas negras , todo oscuro, lo último que dijo fué:
«-Ahora ya no verás el mar, ahora eres el mar.»-