AMOR
Alba Barón Santamaria | Elena

Julen corría por la playa como cada mañana. Le aire del mar siempre le hacía sentirse bien aunque su carrera fuera bastante penosa y su forma fisica de todo menos envidiable. Era su momento de desconexion. De paz.
De pronto su bolsillo vibro. Alguien había muerto. El lo llamaba «el teléfono de los muertos» porque como detective de homicidios, este sólo sonaba en esas ocasiones, y lo odiaba cada una de las veces.
Un cuerpo en el cabo, con golpes que podían ser de una caída…o no.
Dejo su carrera y se fue al coche para acercarse al lugar del crimen; una zona de rocas a unos pocos kilómetros de la bonita playa donde estaba. Belleza y terror, tan cerca, y tan lejos de la mayoría de las vidas de la gente, afortunadamente.
Era un hombre de unos 50 años que podía ser él mismo, baja forma, ropa de trabajo…un hombre cualquiera muerto en un rincón cualquiera. Pero seguro que importante en la vida de alguien, todo el mundo lo es.
En este caso en la vida de Aurora, como descubrió al ir a darle la noticia. El estupor inicial dio paso al llanto, y de ahí bien sabía el detective que poco se podía sacar, así que la dejo con su duelo mientras iba a tratar de descubrir que había pasado.
Se dirigió a la empresa donde Antonio, que así se llamaba el fallecido y a quien como a tantos otros, el detective siempre llamaba por su nombre para tratar de humanizar su trágico final, trabajaba.
Allí le dijeron que esa mañana no se había presentado, pero como todavía era temprano pensaron que simplemente llegaba tarde.
Su coche estaba aparcado en los acantilados y de allí sacaron su móvil. «Te veo a las 7 donde siempre» decía un mensaje. Era de una tal Lorena.
La llamaron una y otra vez pero nadie cogía el teléfono así que fueron hasta su casa. Allí encontraron a Lorena, que igual que Aurora, rompió en llanto al saber de la muerte de Antonio.
El detective que era más listo por viejo que por sabio, tenía una teoría: Una de esas dos mujeres, había empujado a Antonio por el acantilado, pero cual de ellas?
Lorena? O Aurora?…
Después de muchos días investigando, todo eran coartadas y buenas formas. Si una de las dos lo había hecho, desde luego era una persona cuidadosa e inteligente.
Juventud no encontraba nada que pudiera situar a ninguna de las dos en el acantilado aquella mañana. Lorena decía no haber podido acudir por estar enferma, y Aurora decia pensar que su marido estaba en el trabajo como cada mañana.
El caso se cerró, muerte accidental.
Meses después Julen recibió una carta sin remite desde una isla paradisíaca e inidentificable, donde se veía a Lorena y a Aurora brindando.
Sólo decía: La traición, con traición se paga.