«Anticiparse, Maloney»
Joaquín D. Freire | H.H. Gonzagos

El apellido que portaba era de esos italianos, largos, así que se puso uno de peli: Maloney. Y antes una W, inicial de teniente o inspector, neoyorquino o londinense.
En la puerta de su oficina se leía W. Maloney ― Investigador privado ―.
Esperaba trabajar sin problemas. No había tramitado licencia: en ese rubro ―creía― esas habilitaciones ni existían.
Ya hacía tres años que lo habían exonerado de la Policía, tras sanciones varias por comportamientos excesivos. El último fue definitivo.
¿Tramitar tenencia y portación de armas? Imposible, por sus antecedentes. Pero ―se dijo― era peor dejarse boletear que meter un par de cohetazos, en defensa propia, claro. Siempre era mejor anticiparse.
Así que una pistola .22, que tenía de jovencito, reposaba en su escritorio y a veces en su cintura.
Recién a las tres semanas de inaugurada su nueva profesión, llegó el cliente que esperaba.
Maloney salió de su oficina, cruzó el otro ambiente, abrió.
―¿Señor Maloney?
―Así es. Hoy mi secretaria está de franco ―mintió.
El visitante no era una rubia misteriosa, sino un señor distinguido y desdeñoso, de unos sesenta y cinco años bien llevados
―Necesito que vigile a mi mujer.
―¿Alguna foto?
―Aquí tiene.
Maloney observó las imágenes. Hermosa, la mujer lucía veinticinco años menos que él.
―Llámeme Juampa, de ahora en adelante. Yo lo llamaré… Walter, ¿le parece? Por las dudas, nunca se sabe. Siempre hay que anticiparse.
Maloney celebró íntimamente esa coincidencia.
A los pocos días citó a Juampa, por medio de e-mails con alias.
―Lo siento, Juampa.
Y extendió varias fotos dolorosas.
Las imágenes mostraban a la mujer con un hombre de unos 45 años, atlético, atractivo. Se besaban. Salían de un hotel alojamiento…
―Uno― autoritario Juampa―, elimine de su cámara o celular esas fotos. Dos: mátela. Y que parezca un robo… Un motochorro, por ejemplo.
―Epa, Juampa ―la dignidad de Maloney en su cima.
―10.000 dólares, la mitad ya. Usted ha hecho cosas peores, Maloney. Walter.
―20.000. Puede ser cadena perpetua.
―15.000. Le doy 8, ya. Y sin ayudantes, usted solo. El resto, hecho el trabajo, estará en una plaza, oculto debajo de un banco…― dio precisiones―. Después, podrían vigilarme. Hay que anticiparse: es mi lema.
―¿Horarios, días de salida de su esposa?
―Aquí están.
―Bien. Tengo moto. Será este jueves.
Miércoles. La tele anunciaba: empresario asesinado por un motochorro. Intentó resistirse… Su nombre, Juan Pablo…
¡La puta madre! La mujer se había anticipado, pensó Maloney, ¿o era realmente un robo?
Pero Juampa ya habría puesto los 7000 verdes restantes, ANTES, según su filosofía. El sobre debía de estar en el banco de plaza, sostenido por esos alambres que nadie veía.
Diez de la noche. Maloney estaba allí.
Encontró y sacó el sobre. Iba a guardarlo cuando los dos tipos salieron de las sombras. Estaban armados.
Maloney manoteó su .22.
Las otras balas llegaron antes.
―Te dije, Rolo, había que seguir al tipo éste.
En su agonía, “Walter Maloney” pensó que los tipos se habían anticipado.