AQUÍ TE ESPERO
BELÉN MONREAL JIMÉNEZ | BELÉN

Querido amigo,

¿Cómo te va todo sin mí? ¿Qué tal la fábrica sin mi ayuda? ¿Cómo van los domingos sin mis visitas? ¿Y los almuerzos sin la botella de tinto que siempre ofrecía?

Aunque esta carta te llegue después de haberme enterrado, la escribo reclinado sobre mi cama apoyado en mullidos almohadones. Acabas de marcharte. Te has despedido de mí. Tus lágrimas expresaban dolor y sufrimiento pero tu mirada… Esa mirada te ha delatado.

Reconozco que te menosprecié. No confiaba en ti para dirigir la fábrica. Eras una persona sin carácter, sin voluntad, sin iniciativa… incapaz de llevar 40 hombres a su cargo, pero mira lo que has conseguido ahora. Tus habladurías, engaños y embustes hicieron que poco a poco yo pasara a un segundo plano, que yo me fuera muriendo.

Te las ingeniaste para robarme. No solo me quitaste la dignidad y el respeto, si no que planeaste el hurto de mi patrimonio de una manera tan sutil que ni siquiera me di cuenta. Maldigo mi inteligencia y mi perspicacia por no advertir tu plan.

Sin embargo, no creas que no percibí las miradas que dirigías a mi esposa. Conseguiste seducirla con tus trajes caros, tus conversaciones ilustradas sobre filosofía, tus galanterías y aquellas joyas inalcanzables a mi bolsillo. Ese bolsillo lleno de agujeros que fuiste rompiendo con tus mentiras.

Ahora escuchando el segundero de mi reloj, percibo cómo se me va la vida, percibo los últimos minutos que me quedan.

Si hubieras sido lo bastante hombre, habrías admirado lo que había en mí, y agradecido todo lo que hice por ti. Me pregunto que era lo que te pasaba por la cabeza. ¿Qué era lo que allí se congregaba? Alegría, miedo, tristeza, valor, admiración, odio… sí, sobre todo odio. Ahora puedo enfrentarme a esa verdad, observarla sin pestañear. Enfrentarme a la realidad desde la mía propia, con mi fuerza interior porque yo, querido amigo, también tengo voz, y para bien o para mal mi discurso no puede ser silenciado.

Mientras lees estas líneas y disfrutas de tu habitual trago de whisky, el veneno estará depositándose en tus órganos de una manera tan imperceptible que pensaras que esto es una farsa. Así que despídete. Dile adiós a mi mujer que estará en tu cocina preparando su delicioso pastel de zanahoria, despídete del olor de tu hogar, del poder y de la distinción que has conseguido a través de mí.

La mente del hombre es capaz de todo, porque en ella está el pasado y el futuro.

Querido amigo, aquí te espero.