Asco
Begoña Mencía Banzo | B-GO

El señor Romero está preparándole la merienda a su mujer.
Alzheimer. Está avanzando rápido. Pan con aceite cortado a trocitos. Igual que el jamón de York bajo en sal. Piensa que hacerse viejo es de valientes. Ha aprendido a irse a dormir sin tener miedo a no despertar al día siguiente.
Hola, me llamo Ariadna, tengo 35 años y quiero sentir.
Vivo en Barcelona y hace muchos años que no piso Madrid.
Mi primo ha tenido un accidente. Voy a verle.
Entro en la trescientos cuatro.
Está el tito Aurelio.
Huele a alcohol y naftalina.
Entra al momento mi tío Luis. Comenta que el primo está en rayos. Le dice a tito Aurelio que tiene un uber abajo.
De pronto vuelvo a ser pequeña.
Hoy se ha muerto la yaya, he preguntado que significa morir y mi madre me ha dicho que es cuando dejas de estar aquí y te vas al cielo, allí hay arcoíris, ¿habéis ido vosotros?
Ahí está Dios, el rey, que cuida de todos.
Yo me lo imagino como son Goku. Él era invencible e incluso podía volver a la tierra con las siete bolas de dragón.
La quiero muchísimo.
La yaya. Me gusta que esté en el cielo, pero me sudan los ojos porque ya hace mucho rato que no la veo.
Nadie abraza como la yaya.
Nadie mira como ella.
Nadie es como ella.
Me llamo Ariadna, tengo siete años y me quiero morir.
Romero mira a Pepa, ella, a veces, le reconoce. Ahora no es uno de esos momentos. Llora.
Mira el reloj. Coge el abrigo de Lolo. Repasa si lo lleva todo. Teléfono, llaves y bolsa para las caquitas.
Salgo del hospital. Voy al bar y me pido una cerveza. Y otra. Y otra.
Salgo. Cojo un taxi. Me concentro en no vomitar.
Me bajo. Llamo al timbre. Se abre la puerta y me abraza. Justo lo que necesitaba.
Hola, me llamo Ariadna, tengo 8 años y me quiero morir.
Acabo de salir de la bañera.
Mí mamá me envuelve en una toalla que siempre huele bien.
Huele a mama.
Huele a limpio.
Mi mamá.
Hoy está el tito Aurelio.
Entra en mi habitación por octava y última vez.
Se baja los pantalones y me coge la cabeza. Abre la boca, me dice.
La abro y pone esa cosa asquerosa en mi boca y me mueve la cabeza.
El señor Romero baja por las escaleras. Ve la puerta de su vecino abierta. Un cuerpo en el suelo. No tiene pulso. Al lado una nota. Empieza a leer.
«Me gustaría arrancarte los ojos para que no pudieran ver nunca mas a un niño. Quiero cortarte las manos para borrar todo lo que tocaron, todo lo que rompieron. Pero solo te voy a ahogar, cerdo. Ariadna»
Marca el número de su compañero, el inspector Merino, pero rápido cuelga. Coge el teléfono del muerto y busca el nombre de Ariadna.
Contesta al otro lado de Madrid. Es una voz desconocida. «He arreglado todo, no voy a denunciarte. Espero que puedas ser feliz a partir de ahora»
De repente recuerda el abrazo y nada más.
Respiro.