ASESINATO ROJIBLANCO
Rodrigo Carpio Fischer | Cronos

Mi nombre es Bizén Cardona. Soy detective. Y me han dado un caso imposible de resolver. Bueno, imposible para muchos. Pero yo tengo un don. Un talento basado en la ingeniería inversa. Puedo reconfigurar el mundo a sus cimientos. Del efecto a la causa. Algo que llamo el Retro. Y es por eso que me necesitan ahora.

¿En qué consistía la dificultad del caso? La víctima era una mujer golpeada y apuñalada numerosas veces. Un caso de homicidio común, dirían muchos. Pero sucedió en Pamplona. Durante los Sanfermines. Y las últimas palabras de la víctima fueron, “Me atacó… iba con un vestuario… rojiblanco”. En otras palabras, todo pamplonica y turista era un sospechoso. El crimen perfecto, ¿no?

La chica se llamaba Arantxa Millán. Era hija de un empresario forrado. Quizá el motivo por el cual hicieron toque de queda y nadie entraba o salía de Pamplona. Los encierros y los botellones se habían cancelado. Tiempo que me dio para investigar cada calle y lugar en detalle. Yo ya estaba en Pamplona desde antes. No mentiré… también estaba de juerga. Pero no iba rojiblanco como el resto. Yo siempre vestía de gris con gabardina y apestando a tabaco. Cuento el asunto de los lugares y mi interacción con la gente debido a mi Retro. Mediante esta exploración previa, ya podía activar la ingeniería inversa de lo ocurrido. El primer paso, reducir los sospechosos de toda una ciudad a unos cuantos. Para ello debía ir al final. El cadáver que me llevaría al asesino. Y se basó en algo muy sencillo: el Olor.

Cuando llegué a la morgue, la chica estaba totalmente desnuda y llena de cardenales. El forense me dijo que también había susurrado la palabra, “Bilbao”. Los ángulos de los golpes y el cuchillo me parecían un poco raros. Mi Retro sugería que la chica no opuso resistencia. Y tampoco había sido violada. Pero tenía un perfume muy particular. Esa fragancia de camelias con notas de pomelo. Fue el rastro que utilicé. Y me condujo a cada uno. Arantxa era una chica muy promiscua, por lo visto. Y logré dar con todos sus rollos gracias a mi exploración previa de aquella noche. De los siete hombres y dos mujeres que había ahí, nadie la conocía. Todos me admitían haber tenido un rollo temporal con ella, salvo uno llamado Rubén.

Las marcas en sus puños correspondían con los golpes y llevaba el cuchillo ensangrentado en sus bolsillos. Decía que no recordaba nada. Y un amigo confirmó que estaba al borde de un coma etílico. Resultaba imposible. Y sin duda lo era. Pues también me había documentado sobre la víctima. Era esquizofrénica con un padre abusador. “Bilbao”, es porque llevaba puesta una camiseta del Athletic. Y había utilizado el cuerpo de Rubén como marioneta para suicidarse. Se confirmaría en una nota de voz de Arantxa a su padre en el móvil del chico. Personalmente encontré curioso cómo en una ciudad llena de sospechosos, nadie era culpable.