Las sirenas atronaban en toda la manzana, la sucursal bancaria era una autentica verbena de color y sonido estridente. El vehículo aparcado junto a la puerta de la entidad estaba con el motor en marcha. De pronto aparecieron, tres encapuchados que salían a toda velocidad del banco y se introdujeron en el coche que los esperaba.
Los niños jugaban como cada tarde en el parque, subían y bajaban por los toboganes, se reían en los columpios y corrían detrás de la pelota.
El tráfico era infame en toda la ciudad a la hora de salida de las escuelas, numerosos autobuses que ocupaban la calzada y se detenían en vías estrechas organizando el correspondiente colapso.
El vehículo avanzaba a toda velocidad esquivando a los otros automóviles, subiendo por las aceras en los momentos de atasco, ganando en velocidad al coche de la policía que les perseguía. En el interior animaban al compañero que estaba al mando del volante para que corriera todavía más y escapara de la policía.
Las madres de los pequeños hacían el tradicional corro, rodeadas de mochilas por todas partes, y comentando las ultimas incidencias en los colegios, los avances en la mala conducta y la perniciosa influencia que estaba recibiendo de otros niños más mayores que les enseñaban palabras y conceptos para los cuales todavía estaban muy tiernos,
Al entrar en la plaza principal, el coche se le fue de las manos al conductor y comenzó a dar tumbos. La pérdida de control fue total en el momento en el que sobrepasaba la endeble valla que protegía el jardín.
La cara de terror de las madres al ver aparecer algo tan inesperado fue acompañada de gestos y carreras de protección hacia sus retoños, algo que no resultaba sencillo ya que cada uno de ellos estaba situado en un ángulo del parque.
Por la esquina contraria, a la que había entrado en la plaza el vehículo de los atracadores, apareció un coche de la policía orquestando con su sirena una señal de alarma que llegaba tarde ya que el motivo de alerta ya sobrevolaba sobre las cabezas de los ocupantes del jardín
La velocidad al entrar al jardín, la falta de control y unos bancos que se cruzaron en su camino hicieron que el coche de los perseguidos saltara por los aires, cogiera el vuelo y se dirigiera hacia el grupo más numeroso de niños que se encontraban arremolinados jugando con una pelota.
Goool ¡¡¡ cantaban los cinco niños que habían depositado el balón entre las piedras que hacían de portería del equipo contrario, mientras que lo celebraban el sol desapareció y se quedaron envueltos en una extraña sombra.
El golpe sobre el suelo causó un impacto terrible, los niños abrazados y atenazados por el miedo vieron asomar entre hierros y cristales rotos unas caras que ya no pertenecían al mundo de los vivos.