Me espía. Es una mujer. Siempre detrás de mí, acechándome como la sombra de la muerte. No sé quién es, ni qué quiere. Ha entrado en mi cuenta corriente, conoce mis movimientos financieros y mis hábitos en internet. Está al tanto de los detalles de mi vida: lo que gano, los ahorros de mi madre, y en qué gasto mi dinero. También sabe que me resigno a ver porno del complicado y a leer prensa amarilla. Es conocedora de mi obsesión por el hombre que amo.
Hoy, mientras bajaba por tercera vez a comprar cervezas, la vi a lo lejos, observándome desde la entrada del edificio. No sé quién la ha contratado ni para qué, pero estoy segura de que está haciendo un trabajo sucio para alguien, y que es peligrosa. Me emociono pensando en el interés que despierto, pero mi instinto me dice que debo actuar con cautela y descubrir quién está detrás de ella antes de que sea irreversible.
Me persigue. La he visto fotografiarme, como si estuviera esperando su oportunidad para atacar, siguiendo mis pasos, apuntando mi rutina diaria ¿Es una espía del gobierno? ¿Una investigadora privada contratada por mi ex? ¿Por mi padre? ¿O alguien que simplemente disfruta el poder de saber todo sobre mí? Estoy decidida a descubrir la verdad detrás de esta amenaza y detenerla.
Ha entrado en mi historial clínico con acceso integro a mis problemas de salud mental. También conoce las confesiones que le he contado al médico en secreto, y está enterada de mis mentiras sobre los objetivos nunca cumplidos, pero mi intuición me indica que es necesario seguir las pistas hasta descubrir la raíz de este hostigamiento, porque ¿qué otros detalles confidenciales se han descubierto y qué impediría usarlos en mi contra? Debo protegerme a mí misma y a las personas que quiero antes de que la situación empeore.
Me observa. Es especialista en tecnología, y ha utilizado mis contraseñas para entrar en casa. Ha colocado cámaras ocultas, estoy permanentemente vigilada. En cualquier momento que hablo sola, cuando cambio de estado de ánimo, ella lo sabe. Ha hackeado mi portátil y mi móvil y puede ver todas las palabras que escribo, cada foto que disparo. Incluso sabe mis secretos más oscuros, como lo mío con mi hermano de pequeña.
Es una experta en manipulación, y ha aprovechado mis debilidades para controlar mi mente. Parece que estoy atrapada en una pesadilla sin fin, debo ser astuta en mi actuación y descubrir por qué me ha elegido a mí como objetivo, o es que acaso mi pensamiento ha creado esta ilusión. ¿Es una forma de escapar de la realidad? ¿Un síntoma de una enfermedad mental?
Me habla. A veces la escucho. Cuando se sujeta la falda y el miedo no la silencia. Cuando baja las armas. Cuando está distraída y cierra los ojos. Aguantando la respiración, cortándome el pelo o en mitad de cualquier conversación, me habla. Ahora mismo, por ejemplo, todo lo que escribo es ella quien me lo está dictando.