Beechum
Gustavo Adolfo Bautista González | Amos Dundee

Un tercer ojo se hubo abierto en la cara del tipo, pero no vivió para contemplar aquel prodigio.
Beechum sostenía la walther con silenciador. Había esperado la llegada del hombre sentado en el sillón. Le hizo gracia aquella mirada de asombro, al encender la luz del apartamento, y verlo armado frente a él. Durante unos segundos dudó entre sacar su revólver o quedarse quieto. Para deleite de Beechum, la mano izquierda del tipo cruzó el pecho, y agarró el hierro de su funda…. Entonces apareció el tercer ojo.
Beechum se levantó del sillón, después abrió el abrigo del muerto y encontró el papel en el bolsillo interior. Su talón de Aquiles, y el de más personas como él abarcaba la extensión de aquel documento manuscrito. Las pesquisas le llevaron por el camino indicado, y el peso que sentía sobre sus hombros comenzó a aligerarse.
Hacía buena noche a pesar de aquel otoño de acero. Mientras conducía de camino al trabajo, sonaba un tema de jazz. Era be-bop.
Joel Beechum se sabía cercano a las sombras. Nada de fuera le había llevado hasta allí. Únicamente, su enmascaramiento en el mundo convencional le apartaba de la permanencia en el infierno.
Aparcó el vehículo y subió las escaleras. Alguien que las bajaba habló…
-Buenas noches, teniente Beechum.
-Buenas noches- dijo él quedamente.