‘- Boca abajo. Lo encontramos boca abajo. Los pantalones, por las rodillas. Tiene la base del cráneo rota, como si le hubieran golpeado con un bate de béisbol.
– ¿Le habéis dado la vuelta?
– Estábamos esperándole, jefe.
– ¿Quién es el juez de guardia?
– Del Valle.
– ¿Y el forense?
– Está en camino, jefe. ¿Le damos la vuelta?
– Espera que llegue el forense para decirnos lo que ya sabemos. “Varón. Unos cuarenta años. 1’80 metros. Presenta fractura en región occipital. Un palo le atraviesa el recto”.
– ¿Has mirado debajo de las uñas?
– Le han cortado los dedos.
– ¡Dios! ¿Algún testigo?
– El niño. Dice que oyó los gritos, que se asustó, y se metió debajo de la cama.
– ¿No tenemos nada mejor?
– Nada.
– ¿Y la mujer?
– Dice que solo recuerda que la empujaron y que perdió el conocimiento. un ataque de ansiedad cuando ha visto el cadáver.
– ¿Y el niño? ¿Vio algo?
– Al padre bracear y agitar las piernas cuando se lo llevaban los hombres.
– ¿Y?
– Que sólo les vio las piernas. Pantalones de chándal. Zapatillas.
– Leyva ¿No puedes dejar de comer chicle? ¿Oyó algo el niño?
– Oyó a uno de los hombres que dijo que se lo llevaban a dar un paseo.
– ¿Le damos la vuelta, jefe?
– Hasta que no lleguen el juez de guardia y el forense no se toca el cadáver. Mira esto, Leyva.
Frutos señala a Leyva el muro que cierra el jardín trasero donde han encontrado el cadáver. Han clavado una escarpia de la que cuelga una bolsa de basura con una nota: “Jódete, maricón”. Las luces de las coches-patrulla se anticipan por poco al primer resplandor del amanecer.
– Lo mismo que la semana pasada, jefe. Otro crimen pasional y otra familia rota que descubre que el padre era maricón.
– ¿Otro crimen pasional? ¿El padre, maricón? Mis cojones, Leyva. Si fuera un crimen pasional le cortan el rabo y se lo meten en la boca. Lo que le han cortado son los dedos y los han tirado como si fueran mierda en una bolsa de basura. Lo del palo en el culo es por jodernos a nosotros.
– ¿Y los dedos cortados, jefe? ¿También por jodernos?
– Coño, Leyva. Tu puta obsesión con el móvil. Si tuvieras la misma obsesión por que ya estuviera aquí el forense nos irían mejor las cosas. Los muertos hablan más que los testigos. Los dedos cortados, los pantalones por las rodillas, el palo en el culo. Espera que le demos la vuelta.
Llegan el juez de guardia, el forense, el secretario. Llega, también, crónica de sucesos.
– Dale la vuelta, Leyva.
Al cadáver le han metido una bola papel en la boca, que asoma entre los labios hinchados.
– ¿Qué es lo que dice el papel, Leyva? -pregunta Frutos
– “El muerto es el mensaje” – responde Leyva.