Boogaloo
Juan Camilo Galindo Fernández | Kky Galindo

05/10/2019. 4:00 a.m.
“Respondeme esto inspector: ¿qué es peor, presenciar las consecuencias de un crímen o conocer la entrañas de uno futuro?” , esa fue la pregunta que me planteó mi jóven colega Cifuentes, mientras leíamos el informe forense a casi 60 días de la desgarradora masacre.

Ignoré su pregunta, estaba agotado. Con un sospechoso a la fuga, la presión social y con varios testigos no teníamos cómo continuar con el caso.

Sin duda es la mayor tragedia que he conocido en toda mi carrera, la que tomó el tiempo, el espacio y la consciencia colectiva, del mundo, en la discoteca Boogaloo en el barrio Lucero, la noche más fría de un hirviente verano.

Así los más insensibles a la violencia les duela admitir: fue un inclasificable para la prensa local y nacional.

11/08/2019. 5:16 a.m

“Está bien que se maten entre ellos, así se limpia el país”, escuché decir fríamente a un vecino del barrio que, como muchos, se amontonaban tras la cinta de seguridad.

Con 35 años como inspector, me volví duro frente al dolor ajeno. Hasta que esa noche vi el estado de shock de una de las empleadas, antes de cruzar la entrada al bar.

Su cara presagiaba lo atroz del suceso.

24/01/2020. 16:07

Calle Las Tres Avemarías, 12. Escalera B – 5 A. Dimos con el apartamento de uno de los presuntos implicados en el suceso.

Era un apartamento de alguien que vivía solo, pero recargado de objetos heredados de sus padres, aparentemente. Era un acumulador compulsivo.

No había nadie. Pero nos llevamos dos computadores portátiles y un iPad.

Pasaron más de 24 horas y nunca llegó nadie.

05/08/2020 09:43 p.m

La captura se produjo en un mundo diferente, donde la pandemia obstaculizó las investigaciones.

Fuera de la sala, lo vi por el falso espejo: era un don nadie el cual ya conocía sus intenciones.

12/04/2020 10:05 a.m

El mundo estaba encerrado . Era un domingo de resurrección. Estábamos desesperados por el caso y con la pandemia, la ciudad parecía haberlo olvidado.

Hasta esa mañana que, como un milagro descubrimos en unos cuadernos que “tontamente” confesaban un crímen en formato de guión cinematográfico.

El cual decía en la pá “…Antonio, con las ojeras de trasnocho del día anterior, abrió su portátil y retomó su búsqueda en la deep web, la cantidad suficiente de ácido sulfúrico para provocar la muerte de varias personas a la vez. … Estudió el sitio calculadamente… se aseguró que no hubiera cobertura para tomar justicia de los asesinos de la muerte de su hermano”
06/08/2020. 01:50 am
Frente a él y su abogado, y luego de muchos vaivénes, lo hice soltar las primeras palabras.
“¿Se arrepiente de algo?”, le pregunté.
El silencio, tan fuerte como su mirada, se apoderó de la sala. Abrió la boca:
“De lo único que me arrepiento es que no podré matar al resto”, confesó.