En una sala de reuniones ostentosa se encuentran un hombre y una mujer sentadas enfrente el uno de la otra. A lo ancho de la gran mesa. Queda una distancia de casi tres metros entre dichas personas.
Están mirándose de forma intensa, con las manos algo nerviosas apoyadas sobre la mesa, papeles y un bolígrafo delante de cada una de ellas. Parece un duelo del oeste pero burocrático. Hay tensión en el ambiente. Muchísima rigidez.
Se abre la puerta y aparece una segunda mujer y esta es muy formal, traje gris con falda y unos largos tacones, lleva una cartera en su mano. Se sienta entre las dos personas. Saca de su cartera folios en blanco y un bolígrafo. Empieza a hablar de cómo van a separar los bienes, el apartamento de la ciudad, la casa de campo, los coches, la custodia del hijo, la manutención, el dinero de las cuentas, todo lo referente al matrimonio. Todo lo va anotando en las hojas.
Con el paso de la conversación el ambiente matrimonial iniciado se torna a empresarial, como si de repente se convirtiesen en personas socias de una empresa y tuviesen que dividirla de igual modo que un matrimonio, edificios, personas trabajadoras, capital, terrenos y más inmuebles que puedan pertenecer a una empresa.
La mujer formal sigue hablando y anotando todo lo que dice de forma esquemática para que quede constancia de lo dicho.
Por último, dice la mujer formal de forma muy segura y serena que toca dividir las partes del cuerpo que hayan tocado de la otra persona, es decir si la mujer un día tocó el hombro del hombre éste le pertenecía por el mero hecho del contacto, otro ejemplo sería si una día el hombre cogió la mano de la mujer, la mano le pertocaba. Con cada absurdez que la mujer formal explica la pareja se va extrañando más y más, hasta tal punto que la mujer formal ya dice disparates como e¡devolver el aire respirado y entonces entran dos personas sanitarias, cogen a la mujer formal y le inyectan algo en el brazo para dormirla y se la llevan a rastras.
El hombre y la mujer se quedan atónitos por lo sucedido. No entienden nada y se quedan mirando, parece que el ambiente de tensión ha desaparecido. Permanecen con las manos en la mesa y ya no muestran nerviosismo.
La puerta de la sala se vuelve a abrir y ahora entra una nueva mujer formal con otra cartera en la mano. Comenta que ella está para simplemente repartir los bienes deseados y resolver cualquier cosa que vaya surgiendo sin tocar los cuerpos de las personas.
El hombre y la mujer se levantan a la vez y deciden largarse de la sala sin dar explicaciones.