CAFÉ PARA DOS
Antonio Alaminos | R3D

En el centro de Madrid, en una de sus calles más transitadas, se encontraba una pequeña cafetería llamada «El Rincón del Café». Era un establecimiento muy popular por su ambiente acogedor y sus deliciosos pasteles. Un día, su tranquila rutina se vio interrumpida por un terrible suceso: el hallazgo de un cuerpo sin vida en el almacén.

La víctima era Tomás, un joven camarero muy querido por la clientela. Aparentemente había sido asesinado con un cuchillo de cocina. La noticia no tardó en llegar a los oídos del inspector Eduardo Martínez, un experimentado investigador de la policía local. Eduardo acudió a la escena del crimen junto a su equipo, dispuesto a resolver el misterioso caso.

Tras examinar el cadáver y recoger algunas pruebas, el inspector Martínez comenzó a interrogar a los empleados y clientes presentes. Todos parecían conmocionados, y ninguno tenía una coartada sólida en el momento del asesinato. Sin embargo, algo llamó la atención del inspector: una camarera llamada Isabel parecía especialmente nerviosa.

Isabel era una mujer de unos treinta años, de cabello castaño y ojos verdes. A simple vista, no parecía tener ninguna relación directa con Tomás. Sin embargo, su nerviosismo la delató. Al profundizar en el interrogatorio, Eduardo descubrió que ella y Tomás habían mantenido un romance secreto durante los últimos meses. Nadie en la cafetería sabía de esta relación.

Isabel confesó que había estado viéndose con Tomás a espaldas de su esposo, un hombre celoso y controlador que no dudaría en hacerle daño si se enteraba de la verdad. El inspector Martínez sospechó que quizás el marido de Isabel, movido por la ira y los celos, podría ser el asesino. No obstante, no había pruebas que lo vincularan al crimen.

El caso se complicó aún más cuando se encontró una nota anónima en el bolsillo de Tomás. La nota decía: «Te advertí que no jugaras con fuego. Ahora pagarás las consecuencias». Eduardo no podía estar seguro de si la nota era una amenaza del asesino o simplemente una coincidencia, pero estaba dispuesto a seguir todas las pistas posibles.

Después de días de investigación, finalmente Eduardo encontró una prueba que incriminaba al marido de Isabel. En el almacén, se halló una huella dactilar que coincidía con la suya, lo que lo colocaba en la escena del crimen. Al enfrentarlo, el hombre no pudo negar la evidencia y confesó que había matado a Tomás en un ataque de celos.

El marido de Isabel fue arrestado y llevado a juicio, donde fue condenado por el asesinato de Tomás. A pesar del dolor por la pérdida de su amante, Isabel decidió separarse de su esposo y comenzar una nueva vida lejos de él y del pasado que tanto la atormentaba.

La cafetería «El Rincón del Café» recuperó su paz y volvió a ser el lugar acogedor de siempre.