Café solo
Paloma Fernández Abad | Cassandra Clark

Las cafeterías del centro de Madrid bullían de vida y actividad mientras los clientes disfrutaban de su café matutino. Sin embargo, una serie de misteriosas muertes comenzó a sembrar el pánico en la ciudad. Todas las víctimas habían sido envenenadas en diferentes cafeterías, y la policía no encontraba ninguna pista para dar con el asesino.

Inés, una joven y brillante detective, fue asignada al caso. Intrigada por la peculiaridad de los asesinatos, comenzó a investigar las conexiones entre las víctimas y las cafeterías donde habían sido envenenadas. Sus pesquisas la llevaron a descubrir que todas las cafeterías implicadas en los asesinatos compraban sus suministros a la misma empresa de café.

Centrando su atención en la empresa, Inés entrevistó a sus empleados y descubrió que un comercial, llamado Alberto, era el encargado de atender a todas las cafeterías afectadas. Inés comenzó a sospechar que Alberto estaba involucrado en los asesinatos y decidió seguirlo de cerca.

A medida que investigaba a Alberto, Inés descubrió que había tenido problemas financieros en el pasado y había acumulado una gran cantidad de deudas. Además, encontró indicios de que algunos de los dueños de las cafeterías habían tenido conflictos con él por problemas de calidad en los suministros de café. Con estas pistas en mente, Inés estaba convencida de que Alberto era el asesino.

Mientras tanto, Alberto, ajeno a las sospechas de la detective, continuaba con su rutina diaria de visitar las cafeterías y vender sus productos. Sin embargo, en cada visita, dejaba tras de sí una huella mortal en forma de veneno en el café de sus víctimas, asegurándose de que no se encontrara ninguna conexión evidente entre él y los asesinatos.

Inés, decidida a detener a Alberto antes de que pudiera matar a más personas, ideó un plan para atraparlo en el acto. Se disfrazó de camarera en una de las cafeterías que Alberto tenía en su ruta y esperó pacientemente a que llegara el momento oportuno.

Cuando Alberto finalmente apareció en la cafetería, Inés lo observó con atención mientras se movía por el local, atendiendo a los dueños y clientes. En un instante, vio cómo Alberto vertía discretamente un líquido en una de las tazas de café. Inés actuó rápidamente, interceptando el café envenenado antes de que llegara a su destinatario y confrontando a Alberto.

Sorprendido y acorralado, Alberto intentó escapar, pero Inés y sus compañeros detectives lo capturaron antes de que pudiera huir. Tras un exhaustivo interrogatorio, Alberto confesó sus crímenes, revelando que había envenenado a sus víctimas como venganza por sus problemas financieros y por el trato injusto que sentía haber recibido de los dueños de las cafeterías.

El caso de los asesinatos en las cafeterías de Madrid fue resuelto gracias a la astucia y determinación de Inés. A partir de ese día, los habitantes de la ciudad pudieron volver a disfrutar de su café matutino sin temor, sabiendo que el asesino había sido atrapado y llevado ante la justicia.