Acaba de suceder. Sí, hace nada. Un instante. Ahora mismo. No más de diez minutos. No, yo no les he llamado. ¿Para qué iba a llamarles? No lo pensé. Ya vi que otros les llamaban, no hacía falta insistir. Eso es. Sí, le cuento. Llegó por aquella calle. No, el tipo no. Primero llegó un coche que se detuvo en el semáforo. Lento, sin frenar a penas, como disimulando. Ya sabe, cuando se quiere disimular uno se vuelve escandaloso. No, yo no estoy disimulando. ¿Por qué dice eso? Vale, vale. Sigo contando. El tipo salió del coche. Llevaba sudadera, vaqueros y deportivas. Sí, me refiero a él, al que está ahí tirado en el suelo. Sí, el muerto, ese mismo. El que usted señala, claro. Pero antes no estaba muerto, estaba vivo y bajó del coche. Se pegó a la pared, como queriendo hundirse en ella. Una pared gris, rugosa, sucia. Sí, esa misma. No tuvo forma de disimular su avance, el muro le rechazaba asustado. No le quería, como si adivinara sus intenciones. Pero el tipo continuó andando, lo más pegado que pudo a la pared, a grandes zancadas. ¿Hacia dónde? ¿Usted que cree? Hacia aquí mismo. Está claro. Lo llevaba escrito en la cara. Sí, me ha oído: en la cara. Con grandes letras. Y en esos ojos, que daban miedo. Claro que me fijé en sus ojos. Se lo estoy contando. Eran ojos decididos, muy fijos., sin pestañeos. Ojos inmóviles, quietos en un punto, sin retorno. ¿Los ha visto alguna vez? Si, ojos sin vuelta atrás. Eso le digo. Yo si los he visto, muchas veces. Ojos sin corneas, con los párpados tensos y las pupilas expandidas. Son como un pozo sin fondo. Dan miedo. Si les dejas te comen el alma. Así es, tal como le digo. Ya. ¿Luego? Luego nada. Pasó lo que tenía que pasar. Los ojos se le dieron la vuelta. Se quedaron vacíos. Ya no iban a comerse a nadie. Le estoy contando, sí. No atosigue, tenga paciencia. No sé muy bien cómo sucedió. Estas cosas suceden, sin más. Se desplomó, como un saco. Eso es lo que sucedió. Sí, ahí mismo. Exacto. Ni siquiera dobló las piernas. Cayó como un tronco. Y ahí se quedó. Quieto. Eso es, nadie lo ha movido. ¿La sangre? Toda suya. No le quedó ni una gota dentro. ¿Ve el charco? No pierda el tiempo llamando a la ambulancia. ¿Para qué? Está muerto, bien muerto. No, no lo he comprobado. Solo hay que verlo. Ya anda frío el cabrón. Sí, si he visto unos cuantos. Cosas de la vida, qué le voy a contar. ¿La pistola? ¿Esa pistola? Sí, esa es mía. ¿Qué quiere que le diga?