Rojo, el espejo cierra su párpado. Verde, el viento tímido despeina la copa de los árboles distantes. Azul, la habitación es un ojo ciego.
En la pantalla el cursor parpadea al final de la última letra, retrocede, borra y se queda mudo.
Blanco, enciendo la luz. La pantalla refleja mi rostro. El cursor espera atento y se anima. Abre un círculo de silencio. La muerte está entre nosotros. Nosotros sabemos que sus palabras son inapelables.
“La ciudad es asolada por una serie de crímenes inexplicables, aparentemente inconexos, solo una persona es capaz de solucionarlo, El Griego. El infalible consultor externo que la policía contrata como último recurso.
El Griego, de profesión traductor, vive solo y aislado en la azotea de un edificio patrimonial. Su fobia al contacto físico, que se confunde con la misantropía, le permite comunicarse solo por videollamada.
El inspector le advierte que, según el protocolo, grabará la reunión. El Griego gira su cámara web hacia una de las ventanas de su loft que enmarca la manida postal del crepúsculo y su voz comienza el relato:
– Estos asesinatos son un homenaje, citas de un lector atento, reconstrucciones, escenas en una línea de tiempo. Basta revisar las cámaras de seguridad, el audio y las fotos forenses para establecer un patrón. Observen atentamente.
La manida postal del crepúsculo es reemplazada por un video subtitulado, con fecha, código de tiempo e indicaciones gráficas sobrepuestas.
01:01:57 El individuo que se comunica en lenguaje de señas con una mujer a la salida de una farmacia.
– Son 39 las apariciones del sospechoso. En honor a la síntesis, le mostraré los segmentos significativos que me ayudaron a determinar la identidad y profesión del asesino.
El inspector boquiabierto se acerca al monitor.”
Desplazo la lámpara para quitar mi reflejo de la pantalla. El cursor pulsa al final de la palabra “pantalla”. Prosigue con:
“00:10:08 Trepa a un tren con el estuche de un contrabajo.
00:03:09, Ese con sombrero de copa, en el centro de la multitud. Es el único que no aplaude.
00: 25:09 En el sitio del suceso, en segundo plano, es el técnico que arregla uno de los relojes en el departamento del músico que interpreta “Marcha fúnebre de una marioneta”, el tema compuesto por Charles Gounod en 1872, usado en la serie de televisión «Alfred Hitchcock Presenta».”
Asombrado, el inspector comparte lo evidente en voz alta – Un asesino serial recrea los cameos de Hitchcock en sus películas y los convierte en su modelo, su modus operandi.
-Inspector, le envié un correo consignando el nombre del asesino, la dirección de su domicilio y de su trabajo. Le pido que sea cortés y que el arresto no sea mediático, su oficio es delicado y compromete los intereses de la nación.”
Negro, mi voz resuena desde la otra muerte, esa que yo le impuse desde mi tenaz exilio y da un tiro de gracia.
00:00:00 En la multitud, un actor de reparto aspira al crédito efímero del narrador. Es el único que no aplaude.