Caso Carnaval
Virginia Rodríguez | Virpink

Silvia Higgins, 22 años. Rubia, pelo largo. Altura estimada: 160cm. Peso estimado: 55 kilos. La última vez que alguien tuvo contacto con ella, fue en una fiesta de Carnaval. Silvia iba disfrazada de ángel.
“Inspector Fernández, el Caso Carnaval de este año es suyo. Póngase las pilas. Hay que encontrar a Silvia”, fueron las palabras con las que mi superior me asignó el suceso que sabía que me traería de cabeza. Lo sabía porque es el tercer año consecutivo en el que desaparece “un ángel” de una fiesta de Carnaval y mis compañeros no han conseguido averiguar nada desde entonces.
Ni un indicio, ni rastro. Esfumada, desaparecida desde aquel 19 de febrero.
La primavera se acerca. Lo sé porque me empiezan a llorar los ojos y porque la casa se llena de adornos florales nuevos para la fiesta que cada año celebra mi mujer. Marta. Preciosa y risueña Marta. Delicada y energética Marta. Este año puedo ayudarla más en la preparación de su fiesta, porque con la asignación del caso tengo permiso prácticamente a diario para trabajar e investigar desde casa.
Tres ángeles desaparecidos. Claramente el mismo modus operandi pero cada vez en un barrio distinto. Mi cabeza está dividida entre trazar hilos en el corcho de mi despacho y preparar canapés coloridos. Tres jóvenes ángeles desvanecidos, tres familias desesperadas y tres inspectores perdidos.
Adoro mi trabajo. Nací para dedicarme a resolver casos, eso lo tengo claro. Dos años de preparación para el examen físico y teórico. Ocho meses en la academia de Ávila. Tres años de patrulla para por fin poder prepararme el otro examen: el de inspector de Policía. Más de diez años ejerciendo y agradeciendo cada mañana poder dedicarme a lo que realmente amo.
Sin embargo, ni en los exámenes, ni en Ávila, ni patrullando, te enseñan a reaccionar ante el dolor que supone detener a tu propia mujer por secuestro.
Un despiste suyo. Una brillante idea mía: vino del bueno para la fiesta. Hace años que no tengo el tiempo para bajar a la bodega y elegir con calma. Hace años que no celebro nada porque solo trabajo y trabajo. Esa pared con maderas clavadas no me suena. Esos ruidos lejanos me inquietan. Detrás de la madera, un pasillo interminable. Tres ángeles esqueléticos agonizan. Tres familias vuelven a la vida mientras la mía se destruye.
“Marta, mi amor. Mi compañera. Tiene derecho a permanecer en silencio. Cualquier cosa que diga, podrá ser utilizada en su contra…”