Caso cerrado
Marta Garín Montañez | Olvido Abril

Soy un cadáver tan perfecto que nadie podrá decir que parecía dormido. He tenido el cuidado exquisito de empapar de sangre la escena, de agonizar temblando en un escándalo de estertores y carne agitada y acabar desmayado sobre la hierba húmeda. No hay nada que haga parecer a un muerto más muerto que la humedad de las orillas y el silencio de las vinagretas.
Lo pongo realmente sencillo, será imposible que no resuelvas este caso. La carne que he arañado justo antes de caer, el casquillo que tuve el cuidado de sujetar dentro del puño, la última anotación en mi diario. Será sin duda un excelente trabajo y ya nadie pondrá en duda tu valía.
Debes haber recibido ya el encargo, estás demasiado implicada, pero solo tú podrás hacerlo, ¿Cómo dejar a tu madre llorando? Algunas horas después, cuando hayas comprobado que por fin hicimos la excursión al río, no sabes cómo estaban las retamas amarillas, y las libélulas azules, te darás cuenta de que éramos dos, y verás los arañazos en las muñecas de tu madre, y el discretísimo olor a pólvora, y ella, aunque le duela, no tratará de frenarte. Y en la arena blanda enredado en los zarzales cuajados de moras, cómo te gustaba arrancarlas con tus dedos delgados y engullirlas hasta estallarlas, estaré suspendido, helado, cubierto de polillas blancas.
Vas a dar un paso atrás, o tal vez dos, y mirarás a tu madre como si no la conocieras, pero es la misma, ¿Lo ves?, la misma que hace pan dulce los domingos. Me mirarás a mí flotando sin alas, con la piel tapizada de adelfas rosas, cuántas veces las hemos trenzado a tu pelo, y te apresurarás a avisar a un compañero, no querrás que lleguen los niños, como tú, como cuando tú lo eras y jugabas a levantar piedras para ver huir los renacuajos y me gritabas ¡papá! como si el mundo se resumiese en el universo diminuto del agua empapando tus pies.
No llores, o hazlo si quieres, hay que dejar a los hijos sentir, no te sientas culpable por ello. No nos juzgues, ¿Que no haría uno por un hijo? Además, no negarás, que soy un cadáver exquisito.