Dos toques de teléfono.
—Amber, he pasado tres días sin dormir, y…… —Tenemos otro cadáver, comisario Jeray
—¿Igual que los otros dos?
—Si.
Tres hombres muertos, y con el mismo patrón. Atados desnudos a un árbol, con las manos por encima de la cabeza y los genitales arrancados y quemados a sus pies.
—Dime que tienes alguna pista, Amber —empiezan a presionarme.
—No tengo nada, comisario. Ni huellas, ni marcas. Igual que los otros dos. Los tres hombres muertos están limpios. No tienen antecedentes, ni siquiera una multa de tráfico. Lo único que comparten es la brutalidad del asesinato. Parece algún tipo de ritual.… Aunque…… Un momento…
Amber sale a toda prisa del despacho del comisario, desoyendo sus llamadas, y se dirige a su casa, a su feudo, para pensar con tranquilidad y buscar información en los enigmáticos entresijos de la red oscura de Internet, donde cuenta con la colaboración del cibernauta Gorrión, su único amigo y la única persona a la que confiaría su vida.
La mente de Amber funciona muy diferente a la de las demás personas. Las dificultades que le produce el síndrome de Asperger, la falta de interacción social, de empatía, el no entender las ironías ni el doble sentido de las palabras, lo sustituye todo por una extraordinaria capacidad mental: una memoria prodigiosa.
Se conecta a la darknet y empieza a navegar.
—Gorrión, necesito ayuda.
—¿Qué necesitas, Perla?
—Saber todo sobre los tres hombres asesinados.
—Esto está hecho. Dame media hora.
Gorrión, Perla, son los motes que utilizan cuando navegan y se comunican en la darknet, la red oscura. No se han visto nunca, pero se conocen como si fuesen hermanos. Gorrión sabe donde encontrar pequeños detalles del pasado de cualquier persona. Y Perla es capaz de recordar el más mínimo detalle de cualquiera de los miles de informes que ha leído en toda su carrera como detective.
Amber se pone a escribir en su libreta. Recuerdos. Primero inconexos, pero pronto van cogiendo forma.
Los chicos de la comisaría no lo han encontrado, pero Amber recuerda algo. Apenas dos líneas en un diario local. Hace muchos años. Tres jóvenes asaltan una mansión y torturan a los propietarios. Los tres jóvenes son de familias muy poderosas y se limpia el incidente de sus expedientes policiales. Nada de lo sucedido va a figurar nunca en sus antecedentes. Pero Amber recuerda los nombres. Son los de los tres hombres asesinados.
Gorrión ha encontrado otra cosa: el hijo de la familia asaltada, de apenas doce años, recibió asistencia médica por una brutal violación.
—¿Cómo se llamaba, el chico?
Al escucharlo, Amber cierra los ojos y suspira .
Llama al comisario.
—Tengo a la asesina, comisario Jeray.
—¿Asesina? ¿Quién es?
—May Chinea.—¿May Chinea? ¿La historiadora?
—Si. En una tesis suya sobre castigos de épocas antiguas, éste en concreto se aplicaba a los violadores. Y el marido de May Chinea, cuando tenía doce años, fue violado por esos tres hombres.