Soy muy observadora, ¿demasiado?, tal vez, me doy cuenta de todo mucho antes de que sea oportuno. No estoy segura de que esto sea bueno, pero creo que la mayoría de gente deja pasar los detalles antes de formarse una opinión cualquiera. Yo no.
Ayer noche, por ejemplo, estaba bajo la lluvia, leve pero que calaba, que hacía temblar, parada detrás del cordón policial, mirando desde lejos una escena terrible, un cuerpo inerte, en una postura imposible, iluminado por las luces rojas y azules de los coches patrulla.
Desde donde me encontraba podía ver a los agentes de policía y me percataba, perfectamente, de que no tenían idea de lo que había pasado ahí. Daban vueltas, creían estar investigando, simulaban recolectar detalles, interrogaban a posibles testigos, señalaban la ventana iluminada en el décimo piso del edificio ultramoderno que vigilaba aquel acto dramático y comentaban cosas entre ellos creyendo que tenían la solución al suceso.
Poco podía escuchar, la distancia, la lluvia, el murmullo de los curiosos reunidos, lo único que pude captar fue una palabra, que repetían constantemente: feminicidio.
Yo aunque lejos, me daba cuenta de algunos detalles que se estaban pasado por alto a los investigadores y que podrían ser de importancia en cuanto a determinar la naturaleza del incidente.
Uno importante era que la víctima, una mujer, guapa, mucho diría yo, era casada, como diría la marca del anillo en el dedo anular en la mano izquierda, pero no muy satisfecha ya que la sortija no estaba donde debía.
Cerca, el marido, corroboraría, sí le preguntaran, que está casada, y, con actitud seria pero no abatida, ni siquiera nerviosa a pesar de estar escoltado por dos oficiales de policía, también confirmaría que no era un matrimonio feliz.
Algo a lo que tampoco le estaban dando importancia era que, como todos los presentes vimos, el señor que tenían custodiado, había llegado andando, sin demasiada prisa, unos minutos después de que se produjera la caída. No parecía ser el causante, tal vez, sí, parte de la causa.
Otra información que omitieron es que el cuerpo estaba demasiado cerca del edificio, en un caso de asesinato, tendría que haber caído más lejos, impulsado por un golpe o un empujón. Era más lógico el lugar del impacto si la mujer se hubiera dejado caer desde la ventana.
Y por último, nadie se dio cuenta de la marca en el cuello que había dejado el collar que le fue arrancado cuando ya yacía en la acera, y que contenía un pequeño relicario, con forma de corazón, y que ahora mismo se enredaba en los dedos ateridos y mojados de una chica que observaba la escena desde lejos, ocultando las lagrimas con la lluvia, colgante en el que hubieran encontrado dentro una foto de ella y, al otro lado, una mía, porque sí, porque era yo, por mi, porque no había otra salida, porque no podía vivir a escondidas, porque no quería vivir más así.