Cita previa
Alicia Aragón Martín | Mencey

El portal lo vomitó a una calle invernal. Encogido por el frío, enfiló el paso hacia la comisaría con la tranquilidad del que sabe que solo irá de visita, pero echando de menos la cama en la que había estado con Laura hacía tan solo unos minutos. No sabía cuándo volverían a verse. Él era el divorciado que no tenía nada que perder y ella la que trataba de encajar una aventura con un matrimonio en crisis. Estaba a su merced y se dejaba llevar.
En el mostrador, enseñó la cita previa para el DNI, perdido a saber cuándo.
– ¿Nombre? – preguntó el policía.
– Ignacio Pérez García.
Pocas veces decía su nombre completo. Todo el mundo le llamaba Nacho. La noche anterior, Laura lo susurraba a su oído mientras escarbaba en su entrepierna.
El policía frunció el ceño, clicando insistentemente con el ratón, sin apartar los ojos del ordenador.
– No me aparece ninguna cita con ese nombre – dijo por fin – De hecho, ese DNI me aparece asociado a otra persona.
El agente le dijo que le acompañara, que tenía que hablar con un superior. Nacho le siguió por un laberinto de pasillos maldiciendo su mala suerte. Seguro que todo sería un malentendido, que nadie le había suplantado. En unos días, se reiría con Laura compartiendo la anécdota y una botella de vino.
Entraron en una sala pequeña en la que la calefacción competía por acelerar el cambio climático. El policía salió y al cabo de unos minutos regresó con un vaso de agua.
– El comisario no tardará – comentó el agente, excusándose por una caldera que iba por libre y volviendo a dejarlo solo.
Nacho se bebió el agua de un trago. Se quitó varias capas para combatir aquel calor sofocante, pero al final se rindió. La temperatura le adormeció hasta perder la noción del tiempo. Al cabo de un intervalo impreciso, sintió que la lengua se le acorchaba. Intentó tragar saliva, pero su garganta lijaba. Justo cuando empezaba a notar calambres, el agente entró de nuevo y se sentó frente a él. Nacho quiso hacer mil preguntas, pero no podía articular palabra. Los pinchazos sacudían sus extremidades. Entonces, el agente sacó de su bolsillo un trozo de plástico y lo colocó delante de sus ojos: era su DNI.
– Cuando te tiras a una mujer casada, hay que ser muy cuidadoso y no dejarse nada olvidado, hijo de puta.
Nacho sumó un grado más de blanco a la lividez con la que el veneno había teñido su cara. Justo antes de que el infarto lo fulminara se acordó. Semanas atrás, Laura cogió su cartera de la mesilla mientras tumbados bocarriba calmaban su respiración después de hacer el amor. Extrajo su DNI para ver la foto más de cerca y le afeó un flequillo inadecuado para un hombre de su edad. Él comenzó a comérsela a besos para demostrarle de lo que era capaz ese cincuentón, y volvieron a enzarzarse entre gemidos y embestidas.