Cleaned
Carlos Alemán Vega | Cara Moore

Cuando los periódicos anunciaron la aparición de un cadáver en unos contenedores de basura a las afueras, la ciudad quedó sobrecogida y sorprendida por tal acontecimiento, sin embargo para Maribel era un episodio esperado, algo que inevitablemente tenía que ocurrir, y aunque contase con ello y tuviese implicación en el tema, las apariencias suelen ser engañosas.
Aquella noche llovía a cántaros, en pleno mes de diciembre y con las luces de las guirnaldas navideñas como faro de guía Maribel maldecía su existencia. Hacía apenas unas semanas que comenzaba a trabajar en las oficinas de una multinacional como personal de limpieza, y después de dos años en paro no estaba dispuesta a perder el trabajo, pero la mala suerte a veces te coge del brazo y se pasea contigo, burlona e irremediable. Maribel había olvidado en su taquilla un neceser con sus llaves, su teléfono móvil, un billete de 20 euros y posiblemente algun pañuelo de papel arrugado.
Ese día la prisa reinaba en su caos y cuando tuvo consciencia, la empresa había cerrado. En su batín, las llaves del sótano por el cuál se podía acceder a las dependencias dónde encontrar sus enseres.
– No puedo quedarme en la calle esta noche, iré a por las llaves de casa. Pensó tajante.
Maribel entró con el sigilo que le fue posible a pesar de que nadie se encontraba por allí, llegó hasta los vestuarios y en la oscuridad resbaló con un charco de líquido en el suelo.
Maldijo su existencia por el dolor que le produjo el golpe y cuando acertó a encender la luz, el cuerpo de un hombre se hallaba en el suelo. La escena era dramática, al menos así lo intuyó ella. Observó en el cuerpo un golpe en la cabeza por el cual parecía haberse desangrado. Entonces tomó consciencia de la escena
-¿me culparán a mi?, no he hecho nada pero tampoco tendría porque estar aquí- se debatía consigo misma- además, mis huellas deben estar por todos lados, y mi ropa está ya manchada de sangre, ¿cómo voy a explicar todo esto?.
Observó el rostro de la víctima y lo reconoció, un directivo narcisista y pedante que jamás había reparado en ella por considerarla de clase baja. Eso la consoló por un momento.
-Igual se lo merecía- pensó.
Entonces tomó la decisión de hacer lo que mejor se le daba, como si en parte, fuese cosa del destino, asumió que era su labor social, algo para lo que estaba sobradamente capacitada, borrar la mierda que otros dejan, resultaba irónico pero eso fue justamente lo que hizo, deshacer las huellas que alguién dejó sin importar las consecuencias, en este caso, fortuitas para ella. Se arremangó, limpió la estancia, arrastró el cuerpo hasta los contenedores del exterior. Recuperó sus pertenencias y dejó que la suerte se encargara el resto.
Abrió la puerta de casa con sus, recién recuperadas llaves, y dio gracias a algún dios porque, a fin de cuentas, de los pequeños actos suceden grandes milagros y estaba segura de que aquello sería uno.