COLOR A MUERTE
Arnaldo Olivier Pavón Reyes | Olivier

COLOR A MUERTE

–Fue golpe contuso en el occipital, probablemente un tubo o algo parecido, jefe.
–O sea, un chingadazo bien puesto —corrigió Montalvo.
Montalvo, así a secas. Le gusta. Como le gustan los olores mañaneros de la Ciudad de México: una mezcolanza incestuosa entre maíz fermentado y vómitos de podredumbre en una ciudad de pasos apresurados.
Vio el cuerpo del chivo, porque así le decían al muertito, boca abajo, los brazos extendidos, como si quisiera abrazar el suelo de una ciudad que lo condenó a ser vieneviene en esa colonia atrapada entre canales de aguas negras, taquerías y dealers.
–¿Un caso de la mafia rusa, mi jefe?, esta es zona de distribución y esos weyes ya no se conforman con Ucrania, ahora quieren invadir el mundo con sus chingaderas —la voz del forense ahogada en una torta de tamal.
–Que mafia rusa ni qué mis tanates —Montalvo miró el cuerpo del chivo sin rastro de humedad. Le dio la vuelta. El ceño fruncido como si todavía le doliera el garrotazo.
Alzó la mirada a un cielo entumecido, con restos de una noche lluviosa. Las flores violetas, marchitas, nadando en charcos oscuros.
“Jacarandas”, pensó.
En marzo las calles se tapizan de esas flores. Una membrana bochornosa que envuelve la ciudad.
Nunca le gustaron. “Tienen color a muerte”, decía.
El viento hizo bailar las ramas y algunas jacarandas cayeron sobre el chivo, un último homenaje a un cabrón hecho y derecho, porque eso le dijeron los vecinos que era. “Un auténtico culero. Pregúntele al tamalero”.
–Tenían pedos, confirmó el forense.
Montalvo reparó en la torta que llenaba la boca de su ayudante. Sintió hambre.
–¿qué comes?
–Una guajolota, jefe. Le recomiendo las de mole. El don las vende.
–¿El que tenía broncas con este?
–Ese mero.
–¿de qué clase?
–Pedos. Ya sabe cómo son los vieneviene, se adueñan de la calle y no le permitía al don ocupar un lugarcito para su venta.
Midió al tamalero. Flaco, pequeño, sesenta años de jugarle el pulso a la vida y siempre perder. No era rival para el chivo. Su única chance era un madruguete por la espalda.
Atravesó la calle.
El tamalero vio las mejillas hundidas, el callejón oscuro de los ojos, resabios de la noche chilanga con sus vicios y podredumbre, la nariz como puño, acostumbrada a cuerpos en descomposición, el bigote espeso semejante a la lluvia que ya empezaba a caer.
Montalvo descubrió el bat, escondido entre ollas humeantes de tamales. Las manos temblorosas del tamalero.
–Dos de molito —pidió.

Chingadazo: golpe fuerte.
Chivo: apodo común en México.
Vieneviene: acomodador de autos, cobran lo que usted quiera darles.
Wey: para denominar una persona.
Chingadera: Cosa mal hecha. Moral o físicamente.
Tanates: testículos.
Cabrón: varias acepciones. Cruel, hábil, mala onda.
Culero: mala persona.
Chilango: personas que viven en Cdmx.
Guajalota: torta rellena de tamal. Antojito típico de Cdmx.
Madruguete: adelantarse a algo.
Don: hombre adulto, respetable.
Pedos: problema entre dos personas o más.