Cómo cayó Juancho, «el palitroque»
ANTONIO DE TORRE ÁLVAREZ | VonturmSchreiber

No puedes salir de tu pasmo, Juancho, conocido como «el palitroque» entre tus colegas. Le das sin parar al botón de avanzar, retroceder y detener del reproductor del móvil. Amplías inquieto la imagen para confirmar lo que te parece increíble: ¡eres tú el protagonista de todas las escenas! ¡y también las tiene la central de alarmas que has contratado para vigilar quién te ha robado! ¡y se las ha pasado a la policía! ¡y ya están llamando a la puerta!
¿Qué vas a hacer, palitroque? Porque bien sabías que tenías un grave problema, con tu afición por lo ajeno. Estabas participando en un programa de tu psiquiatra para atenuar los efectos de esta terrible manía. Creías que la tenías controlada, y ahora ves que no, y estás a punto de caer, presa de tu propia incontinencia, ¡te has robado a ti mismo!
Siguen aporreando la puerta y tienes que acudir. No hay más remedio. ¿Qué les vas a decir? Te han visto en plena actuación, no les cabe ninguna duda. En la secuencia se te ve cogiendo cosas tuyas y guardándolas junto a las ajenas en el mismo escondite, ese armario oculto detrás del mueble de la televisión. Se te ve levantado a mitad de la noche y el activador de grabación sensible al movimiento de esas cámaras que mandaste instalar se ha puesto en marcha y te ha delatado. No puedes negarlo. Eres tú, que en lugar de mitigar esa fuerza interior que te hace apropiarte de lo que te rodea, casi siempre sin valor monetario, ni alimentario, la has reforzado y has añadido el autorrobo a tu currículum, que pronto puede convertirse en tu ficha policial. ¿Cómo puedes ser capaz de llevarte trabajo a casa? ¿horas extra? ¿por qué?
Las dudas del interior de tu cabeza te golpean sincronizadas con las pulsaciones de tu corazón. No sabes si sentir vergüenza, confusión o ambas al mismo tiempo. No debería ser delito, te dices, es una enfermedad mental, pero sabes que tus víctimas se sentirán algo más seguras cuando te retiren de la circulación entre las personas cuerdas.
Tienes que abrir la puerta o la forzarán para detenerte. Llevan tiempo con tu caso y esto dará con tus huesos en el calabozo sin ninguna duda. Piensa algo enseguida, o estarás perdido. ¿Ya lo tienes? Sácalo del cajón de los documentos y no lo pierdas de vista. Respira hondo, mírate al espejo, que no parezcas atolondrado ni aturullado porque hayan dado contigo. Lo han hecho al mismo tiempo que tú, que tampoco sabías quién te robaba.
Les has abierto, te han puesto las esposas en pocos segundos, te hacen callar y te leen tus derechos. Con todas las luces encendidas, se han abalanzado directos sobre el falso fondo del mueble.
Se ha terminado todo, pero suplicas angustiado que tomen la carpeta que está sobre la mesa. Es el expediente completo del hospital psiquiátrico que abandonaste hace solo un par de semanas.
Esto te librará de la cárcel, pero no de estar encerrado otra buena temporada.