CON NUMEROS
Edwin Aroldo Cruz Gámez | Keitaro Teruga

Tan taran, tan taran, tan taran. – jajaja – intriga lo que dice el mensaje. Con este van tres ¿en qué lugar estará el siguiente?
Una llamada telefónica – ¿Te disté cuenta de los homicidios?
– Por supuesto.
– ¿Qué has pensado?
– La próxima víctima será la clave.
– ¿Por qué estás seguro?
– No te puede decir en lo que pienso ahora, pero fíjate en el modus operandi.
– Ok. No te equivoques esta vez.
Titulares en los periódicos: – “Homicida suelto”
Una llamada por la línea fija. – ¿Tienes algo? ¿Descubriste quién es?
Nada aún, estoy en eso. Pero fíjate en las puñaladas, son en forma de C, su primer nombre es Carmen, la primera víctima la letra A, su nombre Aaron. Esto comprueba mis sospechas. El homicida sigue un patrón, las mismas palabras, la víctima un estudiante de dieciocho años, blanco, delgado, ojos color café, hijo de policía activo, departamento de Comayagua, cuatro puñaladas en la parte del abdomen, cerca del corazón. Como te dije antes, esta víctima es clave. Sin duda el homicida es marero. A cuál de las dos pertenece no sé, pero con la victima 14 se descubrirá.
– ¿Hay que esperar que hayan 14?
– A decir verdad, no, pero es lo que tengo. Leí el informe de medicina forense, los datos apuntan que la próxima víctima será en Copán. Desplaza unidades a todos los colegios, necesitas listados de alumnos y los que sean hijos de policías activos, por si acaso los de policías retirados en el último año, vigila a los estudiantes según la características dadas, el día será el miércoles 5 de mayo, 18:00 horas.
– Entendido. Y de acuerdo con lo demás ¿Está vez será hembra o me equivoco?
– Así es, tus apreciaciones son correctas 27.
– Bien 82.
En el centro penitenciario de Comayagua, se realizó una inspección de las celdas, no encontraron nada sospechoso.
El recluso 31; quien está cumpliendo condena por el delito de posesión ilegal de arma de fuego, tenía sospechas que un preso escondió un teléfono; lo había vigilado la noche anterior. Necesitaba ese teléfono y hablar con su esposa. Llegó al lugar, lo tomó y encontró un mensaje de un número que no olvidaría, era el de su esposa, en el cual decía: – Ejecute el homicidio de acuerdo con los números.
– ¿Qué haces ahí? – preguntaron.
– Nada – dijo El recluso 31– Mientras tanto escondía el teléfono.
El alcaide veía desde la segunda planta. Mandó un guardia y le pidió que trajese el celular. Se enteró del mensaje. Llama al cabecilla de la mara y piden que desaparezca el testigo. Cuando llegan a la celda, él 31 ya no está, las sirenas de emergencia suenan, todos deben ir a su celda.
Cerca de las 19, el recluso 31 sale por arte de magia de la prisión, lo persiguen sin querer detenerlo. Llega a la casa, busca un arma y ropa. Hacen una llamada al teléfono fijo. Él Contesta: – aló. Diga – se escuchó un disparo. Los pájaros del árbol salieron volando.
– Tan taran, tan taran, tan taran – jajaja.