– ¿Te vas a comer eso?
– No, todo tuyo
– ¿Por qué estás aquí? Quiero decir, en qué fallaste, cuál fue el descuido…
– La confianza
– ¿Qué quieres decir, confiaste en alguien y te traicionó?
– Si, en mi misma…
Inés se levanta de la silla, Juana la sigue, van hacia las celdas. Se dirigen en silencio a lo largo del pasillo, las otras reclusas se miran entre sí, miran a Juana que baja la mirada.
Inés se tumba en su camarote, Juana sube a ocupar su cama. Una celadora cierra la reja de hierro, las dos respiran en silencio. Después de largo rato Juana habla con cautela… parece haber entrado en confianza, después de dos semanas por fin puede cruzar palabra con su compañera.
– Cuéntame, qué paso, total ya estás aquí…
Inés cierra los ojos, respira profundamente, comienza a hablar.
– Nunca tenía nervios, cuando realizaba los robos una especie de culebrilla se me metía por el cuerpo. Supongo que es la adrenalina
– Si supongo…
Dice Juana pensativa, escuchando atentamente, Inés continúa.
– Vigilaba el lugar durante meses, lo que se dice trabajo de campo. Me metía en la vida del objetivo, hasta que me contaban algo más íntimo; como por ejemplo las horas más vulnerables, incluso la clave de las puertas, casas, negocios en fin… así que cuando estaba todo listo, entraba y hacía el trabajo… después a vivir sin preocupaciones por un tiempo… claro, hasta que la pasta se termina.
– ¿Y qué pasó, te la jugaron?
– No, no es tan sencillo. A ti, qué te pasó, seguro que te la jugaron, tienes toda la pinta.
– Bueno algo así…
Callan, Juana solloza, intenta no ser escuchada
– Qué pasa, por qué lloras…
– No es nada, es sólo que…
– Tía no me va este rollo sentimental ¿Qué te pasa?
Juana duda, no dice nada, se seca las lágrimas y baja del camarote, Inés se incorpora y se aparta para que Juana se siente a su lado.
– Estoy aquí en lugar de mi novio, decidimos que me cargaría toda la culpa, así él se quedaría fuera, con el niño…
– ¿Tienes un hijo?
– El hijo es suyo, pero yo lo cuido, y lo quiero como si fuera mío. Su mamá está en la cárcel, ya te imaginarás, también se cargó la culpa… no la conozco.
– ¿Qué hiciste, por qué estás en el trullo?
– Robamos una joyería, bueno casi; mi jefe me pilló mirándolo cuando ponía la clave de la alarma, al día siguiente metió una pulsera en mi bolso y llamó a la policía el muy desgraciado.…
– ¿Cuánto te ha caído?
– Dos años… ¿y a ti?
– Salgo mañana… ¿le llevo algún mensaje al niño?
Inés trabaja desde hace dos meses en la joyería.
Mientras fuma en su celda, Juana rompe el humo con unas palabras…
– qué bonita es la confianza.…
Sonríe.