COSAS DE NIÑOS
Elena Cruzado Gómez | La sombrerera loca

El partido no ha hecho más que empezar y ya me está vibrando el móvil. No lo cojas, ahora no. “Inspector Guevara, cuéntame”. Respondo sin apartar la vista del campo, mi hijo está a punto de salir. Joder, otra vez. “Llego en 15 minutos”. A mi lado, mi exmujer me mira con crudeza. Me despido en silencio, con un levísimo movimiento de cabeza. Lo peor es que tiene razón.
El agente Ocaña me espera a la entrada de la calle, debidamente acordonada para evitar la presencia de curiosos y facilitar el trabajo de los equipos de emergencias e investigación. Se frota las manos compulsivamente, parece incómodo. No me sorprende, siempre he pensado que su lugar no está en la calle.
—¿Qué tenemos?
—Varón. Nueve años. Se ha tirado por la ventana. Parece ser que se metían con él en clase. Lo ha encontrado una vecina.
—¿Y los padres?
—Ahí están —Ocaña señala con la cabeza hacia un vado situado unos metros más allá del portal frente al que yace el cuerpo del niño.—Al padre le ha dado un ataque de ansiedad y la madre está en estado de shock. Pero, jefe……
No consigo distinguir sus rostros, pero siento como si un imán invisible me arrastrara hacia ellos. Ocaña me agarra por el brazo con firmeza para impedírmelo. Me mira con los ojos muy abiertos. Irradian una mezcla de terror y lástima que no consigo descifrar del todo. De pronto, me siento observado.
—¿Qué coño te pasa?
—El chico llevaba una nota en la mano derecha. Un listado con los nombres de……
Antes de que termine la frase, ya estoy corriendo hacia la zona donde trabaja el equipo de emergencias. Nada más verla, la reconozco. Está sentada en una camilla, con la mirada perdida y una manta sobre los hombros. No llora. Ni siquiera parpadea. Hasta que me ve. Se levanta despacio. Sus pasos cada vez más acelerados. Se abalanza sobre mí y descarga su furia contra mi pecho, pero no me hace daño.
—¡Hijo de puta! ¡Habéis matado a mi niño!
Alguien la separa de mí. Estoy mareado. El nudo que se me ha formado en el estómago se va a haciendo más y más grande hasta que explota. Me limpio la boca con el dorso de la mano antes de llamar a gritos a Ocaña.
—¿Está en la lista? ¿ESTÁ MI HIJO EN ESA PUTA LISTA?
—Lo siento mucho, inspector.
En mi cabeza, solo una frase: “Mujer, son cosas de niños”.