Cosas que pasan
Cristina Grau Mestre | Magnolia

Siempre paga justo por pecador. Y en muchos casos, como este nuestro, muere quien no lo merece. ¿O tal vez sí lo merezca e ignoramos los motivos, o no los comprenderíamos? El sino, dicen unos. Que todo sucede por alguna razón, afirman otros. ¿Cuál creéis que es el caso de Cayo, el secundario – ¿o protagonista? – de nuestra historia?
Aunque lo pareciera, Cayo no se encontraba en el baño del todo por necesidad (que también), sino más bien porque fue el único lugar donde creyó que la muerte no le atraparía. Error. A la muerte hay que plantarle cara. Pero si sucumbes al miedo creerá que es el momento de llevarte. ¿Fatalidad o karma?
Quiso Fortuna que a pesar de querer mantener en el punto de mira a la pareja que se había fundido entre la multitud del centro comercial, el detective Auguri, o Guri, el sabueso de Tarragona, tuviera que aliviarse irremediablemente en el baño contiguo. Como le parecieran muy sospechosos los jadeos de pánico procedentes del baño adyacente, salió precipitadamente y se abalanzó sobre la puerta del otro baño abriéndola de par en par y hallando sumido en un mar de sollozos, temblores y heces a Cayo, quien fruto de su pavor le propinó tal puñetazo a Guri que le dejó noqueado en el suelo. En vano. Los refuerzos de la policía, que habían sido alertados por Guri tras haber advertido la presencia de Lilith y su acompañante, ya se habían presentado en el lugar y ante el ataque a su detective favorito cosieron a Cayo a balazos.
Aprovechando la confusión Lilith escapó en un taxi con total normalidad y poco después consiguió cruzar a Portugal. Y de ahí a las Azores. Nueva identidad, nuevos amigos, nuevas alianzas. Siempre hallando inspiración en la Reina del Sur de Pérez-Reverte.
Cada día, Terezinha, su nombre en la actualidad, ofrece un ritual de gratitud a Cayo por haberle hecho el favor involuntario de librarla de una larga condena, mientras se ocultaba en un baño público para que no le asociaran con ella. Por fin estaba demostrando no estar tan profundamente enamorado como para huir con ella o defenderla. Sino que claramente huía de ella y la abandonaba a su suerte.
Y así fue como su cobardía para amar y para vivir condujeron a Cayo a su muerte emocional y física. ¿O tal vez fuera fatalidad y no lo merecía? Fin.