CRIMEN EN NEW YORKER
MAURICIO GABRIEL NOVOA PINEDA | MAURICIO NOVOA

Crimen en New Yorquer
Leí de un hombre que mató a su mujer y luego leí de otro hombre que también mató a su mujer. Habló con el fiscal y se lo contó todo. Recordó que una cinta rodaba en la TV pública. Todo suponía un azul y negro mate. Encendió (según sumario) la llama de la cocina para recalentar una sopa fría. Se chupó los dedos y mordisqueó un trozo de hueso y carne. Miró de pie la ciudad y tomó en su terraza el último bocado de vino que aún quedaba en el culo de una botella. Ya sin hambre armó un cigarro de marca Marlboro. Indicó, que le llevó su tiempo lograr: un perfecto cigarro.

Oficiales cuentan fuera de sumario que una polilla revoloteaba como imbécil el pellejo de una luz en la cocina, una luz que parpadeaba orgullosa.

Decidió salir a caminar la noche en cuestión. Aseguró estar borracho. Aseguró tener grandes ideas cuando está borracho y añadió: que muy a su pesar no existe prueba de aquello. Antes de abandonar el piso tiró las colillas y el sabor por el tubo del desagüe. Cerró la escotilla del ático para alejar a los orangutanes y a sus cómplices de circo.

Era un invierno helado y hermoso —comentó a una muchacha en una carta interceptada por la policía—.

“Señorita X, caminé en el asfalto evitando las delgadas manos de los pobres. Caminé sin llevar nada en la cabeza. Superé los jardines y esperé junto al estanque. Las aves se agrupaban y un polvo blanco de algodones flotaba con la niebla. Frente a mí golpearon y robaron a un hombre poco más flaco que yo. Lejos estaba el febril aroma del encierro y la resaca. Encendí un cigarro y luego otro”.

En colaboración con la policía local, habló un muchacho, expareja del acusado. Contó conocer a Charly en el barrio.

La primera vez que lo vi: estaba cortando el césped con una vieja máquina de uso manual. Se arrodillaba a la altura de los gusanos y miraba el ras del horizonte del jardín, parecía hablar con las hormigas más gordas. Se veía desgraciado, con esa desgracia que para nada es aburrida. Un día y de mañana habló conmigo. Me invitó a pasar la noche con él. Tenía una mujer, según dijo, que no tocaba hace años. Le quería. Me daba miedo. Cuando acariciaba el filo de su césped y hablaba de su mujer en pantalones cortos, me daba miedo. Con el tiempo nos fuimos distanciando y eso fue todo. Los peritos encontraron el cuerpo de su mujer. Crimen pasional publicaban los diarios locales. La prensa internacional estaba atenta, por si acaso tenían entre manos a un asesino serial. La cosa quedó en un simple y bien ejecutado crimen pasional.

Y es que uno va por la vida luchando con el impulso de partirle la cara a alguno. Pero a qué precio. Palabras de Charly, antes de ser condenado.