CRISTINA Y ELENA, ASESORAS DE LA GUARDIA CIVIL
Cristina ha quedado con su amiga Elena: hoy va a hacer realidad uno de sus sueños. Baja al portal para no hacerla esperar. Cuando llega Elena, ayuda a Cristina a sentarse en el asiento del copiloto, pliega la silla de ruedas y la mete en el capó, y parten ansiosas e ilusionadas hacia Aranjuez.
Una vez en el salón de actos de la Academia de Oficiales de la Guardia Civil, se arma un poco de lío porque no previeron que es imposible que Cristina suba al escenario sin una rampa. Unos agentes van a buscarla. Mientras espera, a Cristina le llama la atención un chico que está sentado en la segunda fila. No le da buena espina su forma de mirar. No va vestido de guardia civil. Sin embargo, percibe un bulto bajo su ropa, que podría ser un arma. Está solo.
Hace una seña a Elena para que se acerque, y le pide que busque al comandante Castro, y le avise para que no pierda de vista al chico. Intuye que trama algo. Como la intuición de Cristina casi nunca falla, obedece y enseguida localiza al comandante Castro, que está en la entrada presentando a Mila al comandante Vega, con los que ya colaboraron en la resolución del caso de un concejal asesinado. Cuando les cuenta lo que le ha dicho Cristina, Castro va hacia el agente que está en la entrada tomando los datos de los asistentes, y le pregunta si conoce al chico que ha señalado Cristina. Recuerda el nombre por lo poco usual que es este en la gente joven: “Juvencio”.
Introducen el nombre y el apellido, y ven que, efectivamente, tiene antecedentes policiales. Hace cuatro años fue expulsado de la academia de Baeza por agresión a un compañero. La expulsión la firmó el coronel jefe que hoy va a hacer entrega de las acreditaciones como asesoras externas del cuerpo a Cristina y Elena. Igual, Cristina no va tan desencaminada. “Un resentido”, conjetura Castro entra en la sala y, junto con el comandante Vega, se sienta justo en la butaca detrás de la suya.
En el momento en que el coronel jefe de la academia va a hacer entrega de la acreditación a Cristina, el tal Juvencio intenta sacar la pistola, Castro y Vega lo agarran del brazo y consiguen ponerle las esposas antes de que dispare. Disimuladamente lo sacan de la sala. Confiesa que su intención era vengarse del coronel jefe que hacía años lo había expulsado del cuerpo.
Por la tarde, cuando ya están los cuatro despidiéndose, suena el teléfono del comandante Castro. Es el coronel pidiendo que transmita a Cristina y a Elena su agradecimiento y que, nada más llegar a Valencia, tienen un caso para el que requieren su colaboración. Además, le solicitan que, por favor, se ponga en contacto lo antes posible con el comandante Broch en la Comandancia de Valencia…