Cuando el diablo toca.
Alfredo Expósito Álvarez | Freddie Garcia

La noche era fría en aquel descampado desierto, sin duda un lugar para no dejar culpables…nadie investigaria mi caso, pero mejor empezar por el principio.
Todo había comenzado hacía 3 dias cuando un mensaje de whatsapp de Luis, uno de los pocos amigos que aun tenía en la policia me había despertado «tienes que venir, esto te interesa»; el sabía que andaba detras de un crío, apenas 20 años.
No había pegado ojo, el gato del vecino tampoco así que un pitillo y un café aguado tendrían que valer de momento. Fuí al baño y ahí estaba la misma cara de derrota de siempre, «que te den» pensé. Todo en orden.
Cuando llegué al vecindario supe que era muy probable que se tratara del chaval, tenía su fotografía por la madre para asegurarme, pero sin dinero solo se podía pasar unos dias en un tugurio como aquel. Subí por las escaleras hasta el cuarto piso donde el cariño de mis excompañeros me recibío con poca paciencia.
-Ey, ey! Un momento, no puedes pasar.-Ese era James Whitebrook, seguramente el inspector al mando en ese caso; no era mala gente solo un cabronazo cuando había que serlo, le encantaba el poder; se casó con una española preciosa, Sara, nunca lo entendí.
-Venga Jimmy, en serio? -le dije con mi mejor sonrisa.-Ademas joder, me habeís llamado vosotros!-le aparte pasando a su lado .
-Ey, un momento!
-Esta bien James, le he llamado yo, yo me encargo.-Luis vino a saludarme.
-Muchas gracias, veo que sigue siendo un cretino, no?-me saqué un pitillo.
-Freddie tío, aqui mejor no fumes vale? Ven te pondré al dia, pero que conste que me debes una por esta mierda.
-Claro, que tenemos?
Dicen que a veces las peliculas, en especial las sangrientas, beben de la realidad. Nada me había preparado para lo que allí vi. La pared era como una broma macabra de mal gusto, aquello era una masacre de intestinos y tripas, pobre diablo. En el suelo estaba lo que parecía el arma del crimen, un cuchillo de grandes dimensiones y el cuerpo.
-Es él?- me preguntó Luis mientras le apartaba el pelo. Cogí la foto carnet de mi cartera para poder compararla y asentí con la mirada.
En la pared lo que se dibujaba parecía una partitura, también se descubrío una guitarra eléctrica, una gibson, pero aquella partitura estaba escrita con lo que parecía la sangre de él.
-Que le tiene qué pasar a alguién por la cabeza para desangrarse a cuchilladas mientras pintarrajea con su sangre?-dijo Luis mirando la pared, estaba a mi lado.
-Es eso lo que pasó? Por que si eso es lo que pasó aquí, no se como se lo voy a decir a mi cliente.
Me dió una palmada como única respuesta.
Lo que vino después no lo recuerdo…solo flashes de una madre destrozada, demasiado whisky y una melodía que traté de tocar, la de aquella maldita pared y que ahora me acechaba noche y día en mi cabeza; ya no duermo. Es curioso lo bonito que es el cañon brillando y mirandome en la noche…