CUESTIÓN DE PERSPECTIVA
MIGUEL DELGADO MARTÍN | Mickey del Mar

Cara A
Tiene el cuerpo y la cabeza apoyados, sobre la pared, a un lado de la puerta.
A pesar de la insondable tensión del momento, la cabeza de Ovidio abre la misma página de siempre.
«Que calor hace en esta ciudad, joder».
El uniforme, el chaleco antibalas y el casco, no ayudan en esta época del año. Mira de reojo hacia el otro flanco de la puerta donde se ubica Rodrigo, su subinspector.
Las últimas semanas han sido extenuantes. Un asesino en serie ha puesto patas arriba la apacible cuidad, y desde entonces las fuerzas del orden se han visto ridiculizadas cada día que pasaban sin atrapar al asesino.
Mientras, Ovidio y Rodrigo no pegan ojo ni un solo día.
Pero ya lo tienen, ha tenido un descuido y le han acorralado. Incluso esperan encontrar a la víctima con vida aún.
Ovidio no recuerda el nombre.
«¿Cómo se llamaba?»
El nombre no viene y, en su lugar, aparece el mismo sample de siempre, de The Chemical Brothers. Le pasa más de lo que le gustaría.
Chequea visualmente a la brigada del ariete, parapetada en la escalera, justo delante de ellos. Un simple gesto. Están listos.
– ¡Último aviso! ¡Abra la puerta!
Se toma cinco segundos antes de dar la orden y mira al frente, a la puerta del vecino.
Imagina, por un breve momento, al alcahuete disfrutando del espectáculo por la mirilla.
Se centra, respira hondo.
– ¡Un, dos tres! ¡Ahora!

Cara B
Siempre le gusta poner The End de The Doors cuando termina, pero hoy no ha habido tiempo.
Aún sostiene el cojín entre sus manos, sentada en un sillón del recargado salón, mientras el silencio filtra el interminable zumbido del ventilador de alguna casa vecina.
Observa, a sus pies, la cara desencajada de la mujer que acaba de ahogar. No recuerda su nombre.
Nunca lo supo, en realidad.
Hoy, el exceso de confianza le ha jugado una mala pasada, y ahora ese inspector está ahí, tras la puerta, anunciando a gritos su entrada. Está sorprendida de como ese funcionario de tercera ha conseguido anticiparse y rastrearla hasta allí.
Pero para un genio como ella, este escenario es el momento deseado. Su particular y solitaria actuación en el descanso de la Super Bowl.
El plan B.
Hasta ahora no había tenido la necesidad de usarlo, pero llegado este día lo puso en marcha en cuanto oyó la sirena de policía en la calle.
Y lo ejecutó sin fisuras, casi con normalidad.
Guantes, ganzúas, rapidez y puerta abierta.
Piso allanado.
Se seca el sudor de la frente con la mano y avanza hacia la puerta, mientras al otro lado oye las voces del inspector. Apoya su ojo derecho en la mirilla y, como una alcahueta, observa a la brigada entrando a la fuerza por la puerta de en frente.
«Hasta otra, inspector».