De 10 a 12h, Ravel, pausa de 20 minutos, de 12,20 a 14h, La Mer de Debussy, pausa de dos horas, de 16 a 18h, Stravinski.
Elena sigue estrictamente su horario. Ya desde niña le han inculcado la férrea disciplina de antiguos maestros, sin distracciones. Conoce bien el programa, lleva años tocándolo, una especie de iniciación para neófitos, con piezas que generan cierto reconocimiento y sentimientos de autocomplacencia entre el público. Aun así, dedica semanas a pulir ritmos, ejecutar variaciones que pocos llegarán a apreciar.
Un raro piano lacado en azul ocupa el centro del salón, en una metáfora de su día a día. Las finas paredes de la antigua casa le habían ocasionado más de una disputa con los vecinos, por eso agradecía que el otro apartamento de su rellano se hubiera quedado vacío.
Oía como entraban y salían varias veces durante el día, aunque no parecía que nadie viviera allí todavía. Durante su pausa de 20 minutos y mientras espera a que infusione su té, se asoma por la mirilla de la puerta. A pesar de que la antigua mirilla es grande y se la podría distinguir claramente, aprovecha el requiebro que hace la puerta con el ascensor para observar sin ser vista. En el gran rellano iluminado por el sol de media mañana, dos hombres discuten. Le llama la atención un hombre elegante con un traje de terciopelo azul, del mismo azul profundo de su piano, zapatos acharolados, cabeza afeitada y unas gruesas gafas de montura negra. Una planta difícil de olvidar. No alcanza a distinguir los rasgos del segundo hombre. Hablan en francés, sin levantar la voz pero con un tono tenso. Su casi olvidado conocimiento del idioma solo le alcanza para entender un par de frases. Si las cosas fueran de otra manera, créeme que esto no es lo que esperábamos, lo siento de verdad.
El hombre de terciopelo azul se inclina, las gafas de pasta rozando la sien del segundo, susurrando algo, mirando al vacío. Elena recuerda de repente la pieza de Stravinski de su programa, caótica e hipnótica, igual que la mirada de aquel hombre.
Pi, pi, pi, pi. El temporizador de su té.
– Alexa, stop – susurra Elena, mientras mira el dispositivo rogando que le
escuche. El pitido continúa – ¡Alexa, stop!
– Temporizador de 3 minutos finalizado en Echo 3.
Vuelve a girar la cabeza inconscientemente hacia la mirilla, el segundo hombre yace en el suelo y el hombre de terciopelo azul saca su teléfono.
Elena vuelve a la cocina, coge su té y se sienta de nuevo al piano. El descanso ha concluido y Debussy la espera. Concentrada en la ejecución, navega por la partitura. A las 14h, por fin gira la cabeza hacia el hombre de terciopelo azul que ha estado sentado en la butaca del fondo todo ese tiempo. Impertérrita observa como él se acerca, deposita su arma encima del piano azul, formando un curioso bodegón.
– De 16 a 18h Stravinski, ¿no?