Las aspas del ventilador giran al ritmo de la maquinaria de su cabeza. Mientras el aire caliente viaja de un lado a otro del pequeño habitáculo, Jorge, alias el sabueso, como le llaman sus escasos amigos, trata de encajar las piezas del puzle que alberga su cerebro.
Tres días antes había aparecido una nota. Alguien debió deslizarla por debajo de la puerta de su oficina, donde ejercía como detective. Descubrió el papel, de un amarillo apagado como su ánimo, al entrar de buena mañana. En él se decía: “Alguien que tú conoces va a morir en tres días. Deja de presumir, demuestra que eres tan buen detective como dices y da caza al asesino, antes de que cometa el crimen. Firmado: un ferviente admirador”. Al girarlo, leyó un nuevo texto: “Comienza el juego. Pista 1: 43.4644035028205, -3.8200554172234495.” No tenía ni idea de qué podían significar esos números. Empezó a devanarse los sesos, hasta que dio con la clave. Podrían tratarse de unas coordenadas que señalasen el lugar del crimen. Sacó un plano de la ciudad en la que vivía y descubrió que se correspondía con su antiguo colegio.
Al día siguiente, una segunda nota le estaba esperando al llegar a su despacho: “Ya queda un día menos. ¿Cómo llevas la investigación?”. En el reverso indicaba: “Continúa el juego. Pista 2: Quiosco Fernández.”. ¿Cuántos quioscos podría haber en la ciudad? Suponiendo que perteneciese a ella. Decidió seguir su intuición y ver si en su antiguo barrio, localizaba alguno con ese nombre. Efectivamente, a unos cien metros de su antiguo colegio, en el lugar donde antaño iba a comprar las chuches después de clase, se situaba el establecimiento del que hablaba la nota.
La cuenta atrás no se detenía. A un día de la fecha límite, de nuevo una misiva le esperaba. En esta ocasión, contenía el siguiente mensaje: “El contador sigue avanzando. ¿Te vas acercando a la solución?”. Girando el papel: “Pista 3: Busca una gran x.” Una corazonada le hizo pensar dónde podría hallarse esa gran x de la que hablaba la persona desconocida. No fue difícil encontrarla. Veinte años atrás, en ese punto, un grupo de compañeros y él mismo, quisieron gastarle una novatada a un alumno recién llegado. La broma se les fue de las manos y el chico estuvo a punto de morir de un infarto.
Hoy es el día en que vence el plazo. Hace un rato que se ha sentado en su mesa de trabajo, tras haber recogido un periódico que ha aparecido misteriosamente en el suelo. No se atreve a mirar su interior. Finalmente, decide consultar las esquelas y, horrorizado, descubre que se ha publicado la suya propia. En ese instante, se oye una detonación. Ese es el último sonido que llega a sus oídos, antes de que una bala le atreviese el pecho, hiriéndole de muerte, mientras se escucha: “Hasta la vista, detective”.