DECEPCIÓN
Maribel Medrano San Isidoro | Nanuki Frog

El aire frio hace que me encoja dentro del abrigo. Me da igual, no puedo dejar las cosas así. Él camina delante de mí. Lo han dejado irse después de interrogarlo, pero yo sé que es culpable. Lo siento en mis huesos. Mario era mi amigo. Juan, su hermano gemelo. En un mes recibirían la herencia de sus padres. Ahora será para Juan. Mario ya no existe. Él lo ha asesinado, estoy seguro. Según la policía su muerte la causó un terrible accidente. Yo no lo creo. Mario temía a su hermano. Me lo comentó hace un tiempo. ¿Y después muere al caer por la escalera de su casa? No me lo trago. Su hermano es ambicioso, nunca lo tuvo en mucha estima. Se la tenía jurada desde que era niño. Seguro que hace mucho que lo tenía pensado. Mario era confiado, una buena persona. Juan lo contrario. Descubriré como lo ha hecho. Voy a demostrar que ha sido él. Lo juro por la memoria de mi amigo. Yo lo amaba y ya nunca podré decírselo.
¿Qué hace? ¡Mierda, se ha parado! ¿Me habrá visto? Me esconderé detrás de esa furgoneta. No me fio de él, nunca le he caído bien. Si se da cuenta de que voy tras él… Ya sigue su camino. ¿Dónde irá? ¡No puedo creerlo, no está! ¡Ha desaparecido! ¡Pero si lo he visto doblar la esquina! ¿Dónde se ha metido? Una sombra se cierne sobre mí. Me ha cogido del cuello arrastrándome hasta un portal oscuro. ¡Es él! ¡Juan! ¡quiere acabar conmigo como ha hecho con Mario! Casi no puedo respirar. Me retuerzo como puedo. Quiero verle la cara. Si es capaz que me mire a los ojos antes de matarme. ¡No!… ¡No puede ser! ¡Es Mario!, reconocería sus ojos en cualquier sitio.
– ¡Tú!, logro decir mareado por la falta de oxígeno.
-Lástima que me hayas seguido. Eres mi mejor amigo. Lo siento, pero no puedo permitirme dejar cabos sueltos. Sabes mejor que nadie que mi hermano me ha puteado toda la vida. Es la única salida que me quedaba para librarme de él. La policía no tiene pruebas en mi contra. Mi casa está en obras. Se supone que se rompió uno de los escalones, caí y me rompí la cabeza. Ahora soy Juan, el único heredero de la fortuna de mi familia. Mi hermano no me humillará nunca más. Por fin me he librado de él. Lo siento por ti, de verdad. Siempre me has protegido de Juan. Se que me quieres, que estás enamorado de mí. Por desgracia eres el único que siempre supo diferenciarnos. Lo entiendes, ¿verdad?
Intento mover la cabeza, negarlo. ¡Yo nunca lo delataría! Lloro. Las lágrimas se deslizan por mis mejillas. No puedo respirar. Se me aflojan las piernas. Mario, apenado, me mira a los ojos.
– Perdóname.
Sus labios besan los míos mientras sigue apretando mi garganta.