DECORADO MORTAL
Vicente Ráfales Riera | drvira

Eran las doce de la noche y una fina lluvia hacía brillar los adoquines de la calzada alumbrada por las farolas de gas. No hacía frío aquella noche de agosto de 1910 en Praga, pero el viento, la humedad del ambiente, junto a los hechos ocurridos en el teatro, hacían del escalofrío, una secuencia notable en la piel de mis brazos.
Teníamos que actuar en Viena dentro de tres días y el primer carro ya estaba cargado y aparcado en la puerta trasera del Teatro Stavovské Divadlo, que es el gran teatro estatal. Nosotros actuamos entre conciertos de Mozart y representaciones del dramaturgo Gotthold Ephraim. Eran nuestras funciones de ilusionismo y de otras afines a nuestro Arte, unas representaciones de aspectos modernos y misteriosos, muy solicitadas por el público de la ciudad y que llenaban siempre los aforos de sus teatros.
Pero aquella noche nuestra función estuvo teñida por un hecho luctuoso. Un tramoyista se había resbalado desde el telar y su cuello se enredó con unos correajes mientras caía ahorcándose literalmente. Lo peor, que su cadáver colgante asomaba entre las cametas, como si una escenificación estuviera preparada para salir al escenario. Esa visión no creo que la borre en la vida.
La única parte positiva del hecho ocurrido es que pude ayudar a las autoridades y hacer que se detuviera al causante de la caída.
El accidente ocurrió mientras dos operarios se encontraban en el último piso del telar, uno en el hombro derecho, el otro en el izquierdo, así, aparentemente, ninguno de ambos podía acercarse al otro para empujarlo, pero no fue así. Aunque separados, uno de ellos empujó al otro haciéndolo caer.
Expliqué, que, durante varios días, ambos hombres siempre estaban discutiendo por culpa de una bailarina que les hacía las gracias a ambos a la vez. Las disputas eran fuertes y en alguna ocasión habían llegado a las manos. El móvil estaba claro, la aparente cuartada era la separación de treinta metros de distancia entre ambos.
En ese lugar se encuentran colgados los tablones que soportan los decorados. Estos pueden oscilar de derecha a izquierda. Se trata de varias tablas gruesas unidas, que crean una estructura rígida que soporta varios cientos de kilos de telas pintadas.
El operario de la derecha, ayudado con un polipasto, había aproximado hacia su lado uno de los tablones cargado de un decorado recogido y, esperado que su compañero se situase en el lugar que antes ocupaba el final del tablón, entonces, soltó la cuerda que aguantaba; el tablón se desplazó rápidamente recobrando la verticalidad golpeando al infortunado compañero causándole la caída que resultó mortal.
La prueba fue determinante. Había observado a uno de los mozos que no podía coger bien los bultos que cargábamos en el carro y que tenía ambas manos vendadas.
Al soltar la cuerda que agarraba, no lo hizo de golpe y el rápido recorrido del cáñamo al retraerse le quemó ambas manos. Luego, la piel encontrada en la cuerda del polipasto certificó la acusación.