Densa niebla
Juan Antonio Alvarez Avalos | Juanyi

La mirada envenenada de la mujer atravesó la cristalera mirando al exterior, desde allí vio aproximarse las luces de la ambulancia porfiando entre aquella densa niebla, aún seguía sin comprender como aquel vejestorio había conseguido sobrevivir a un ictus era la segunda vez que había fallado y la anciana burlaba la muerte, eso sí había quedado en silla de ruedas y sin capacidad para hablar pero no tenía excusas, a estas alturas debía de estar criando malvas en el cementerio, la siguiente vez no fallaría el imperio Ayuso pronto caería en sus manos, el próximo sería el inútil de su marido,ese año y medio casada con él, aguantando sus caricias, sus repulsivos besos, había necesitado la mejor de su actuaciones, para él tenía reservado algo especial, como disfrutaría viendo ese momento sería la venganza perfecta a las náuseas que le habían hecho sentir, día tras día, noche tras noche, teniendo que fingir ser esa mujer sumisa y obediente que él quería.
El celador la llevó a su habitación, cómo odiaba a esa mujer, sobre su regazo como siempre su inseparable mascota un repulsivo Yorkshire que llamaban Chanel, no recordaba haber visto a su suegra sin ese saco de pulgas encima.
La campanada del reloj del salón tocó las tres de la madrugada cuando cruzó el pasillo, el corazón desbocado en su pecho martilleaba transmitiéndole una sensación inimaginable, placentera, nada se podía igualar a ese momento antes de….. Chanel gruñó levemente desde un lado de la cama cuando la anciana abrió los ojos, sus miradas se cruzaron un instante, momento que saboreó y atesoró en su mente como un regalo antes de que tapara su rostro con la almohada.
¿Que había sucedido entonces.? ¿Cómo se encontraba esposada en el asiento trasero del coche de policía.? Nunca antes la habían atrapado. ¿Dónde había fallado.? Había conseguido acabar con ella pero aún quedaba su hijo y ya no lo lograría.
Su marido traía a Chanel en brazos, mientras la joven detective, aquella que incansablemente siempre seguía su pista, triunfante, retiró del collar del perro un pequeño artefacto, apenas apreciable que guardó en una bolsita de pruebas. ¿Una cámara.? En serio, cómo había sido tan tonta, mientras se lamentaba en silencio, el vehículo policial arrancó alejándose y perdiéndose calle abajo, entre la densa niebla.