DESAPARECIDOS Evelyn Joy Ezra Taylor
David Blume subía una escalera de caracol bastante desgastada. El olor a madera pulida le recordaba a la casa de su abuela en Berlín. Toda su familia había huido a Francia cuando estalló la guerra, su raza siendo perseguida de nuevo.
Ahora, estaba delante de M.Dulac, detective privado.
– ¿Sí? Dijo Dulac ignorando la mano estrechada de David.
– He venido porque mi hija ha desaparecida y no sabía a quién acudir.
Dulac se levantó, y miró por la ventana.
– Amigo, estamos en 1941, hay muchos secuestros. El otro día, un hombre distraído soltó la mano de su hija pequeña en plena calle y cuando se quiso dar cuenta, la niña ya no estaba. Por suerte, la policía la encontró en la estación, a punto de subirse al tren con un par de tipejos. Hay que tener mucho cuidado.
David sentía como se formaban gotas de sudor sobre su labio. Dulac se sentó de nuevo y empezó a escribir.
– ¿Cómo se llama la niña?
– Lisa Blume.
– Descríbala.
– Tiene 13 años, el pelo marrón claro, ojos grises – llevaba el uniforme azul del colegio. Cuando sonríe le salen hoyuelos.
David luchaba por no llorar.
– ¿Cuándo desapareció?
– Ayer. La policía ya lo sabe y también he puesto un anuncio en el periódico.
– Deme su dirección y número de teléfono.
– 24 rue de Vichy. Tenga mi tarjeta.
– ¿Está casado?
– Estoy divorciado y tengo la custodia de la niña – su madre es alcohólica.
– ¿Así que vive solo?
– Si.
– ¿Y que hace?
– Soy marchante.
– ¿Cree que su exmujer tiene algo que ver?
– No. Lisa nunca iría con ella.
– ¿Por maltrato?
– No. Por indiferencia. Su madre no le hablaba – cosas del alcohol, ya sabe. ¿Me puede ayudar?
– Haré lo que pueda. Le cobraré la mitad de mis honorarios ahora, y la otra mitad si encuentro a la niña.
– ¿Hay alguna esperanza?
– Puede ser. Tengo algunos contactos
David le dio el dinero.
– Le avisaré, dijo Dulac.
Cuando llegó a casa, David cogió una foto enmarcada de él y Lisa a orillas del Sena, y la apretó contra su pecho llorando desconsoladamente.
Pasaron muchos días y nadie volvió a ver ni a David ni a Lisa. Cuando vino la mujer de la limpieza, vio que faltaban muchos cuadros. David no le había dejado ningún mensaje.
En 1945 llegó la paz. Los antiguos enemigos se daban la mano y negociaban en reuniones largas y solemnes.
Era el 17 de octubre, día de la Libertad y brillaba el sol en Buenos Aires. M.Dulac estaba sentado fuera, engullendo una empanadilla de hígado. De repente, sintió una mano en su hombro y horrorizado, reconoció a uno de los líderes de La Resistencia francesa. Pataleando y gritando su inocencia, fue arrestado y acusado de trabajar como informador Nazi, de robar arte y traficar con humanos.