Gianni Tres Manos Bandicot hablaba con acento japonés, sin embargo tocaba el piano sin él. Nunca quedó claro si el apodo hacía honor a sus virtudes musicales o a su capacidad para sisarte la cartera mientras aplaudía su propia actuación. Tampoco era posible saber con certeza cuándo comenzó a tocar el piano en el bar de Lou; unos dicen que fue de repente y otros que poco a poco, nadie podía precisarlo, de la misma manera que no es posible saber el momento exacto en el que uno deja de estar despierto y comienza a estar dormido.
—Estoy peor, Lou, ahora tengo ansiedad.
—¿Y la ansiedad empeora tu estado, Trevor?
—Sí, Lou. Antes estaba mucho mejor, solo quería morirme. Me siento como si me hubiesen enterrado debajo de mí mismo.
—Vaya, me dejas más tranquilo, Trevor. ¿Quieres tomar algo o llamo al sacerdote?
—No, hoy tengo pensado seguir aquí, pero si le llamases para aplicarle la extremaunción al pianista me alegrarías el día.
—Cuánto aprecio emana de tus palabras, Trevor.
—Lou, hay dos tipos de música que no quieres escuchar: la que no te gusta y la inoportuna. Gianni Tres Manos toca ambas a la perfección. Su música suena igual que una inyección de café en el duodeno un domingo por la tarde sin los deberes hechos.
—Muchos pensamos que es un virtuoso.
—Ese es el problema, Lou.
—Vamos mejorando, Trevor. También es malo ser bueno.
—No seas demagogo.
—No sé ni cómo calificarte.
—Lou, Gianni Tres Manos tiene destreza técnica, nada más. Y tiene todas esas virtudes que adornan a las personas detestables: tenacidad, memoria y una absoluta falta de frivolidad. Nunca se rinde, eleva a categoría la anécdota. Te acusa de no hacer nada, pero lo que en realidad te achaca es no hacer lo que él quiere. No es capaz de sentir la paz que se siente cuando sucede lo que no quieres que ocurra, por lo que no puede evolucionar, está estancando en el año que salió a la venta su coche favorito de cuando era niño. A veces es necesario sentir que todo el mundo se ha puesto a pensar en aquello que solo tú recuerdas y te da tanta vergüenza.
—¡Pero si ya ni siquiera habla! Como sigas así, Trevor, voy a empezar a beber yo también.
Gianni Tres Manos Bandicot vivía en un edificio con mucho ladrillo y poco oxígeno. Tal vez por eso ahora era suicida, pero daltónico y siempre se saltaba los semáforos en verde.
Se mudó allí a hace unas semanas porque perdió el habla. Las malas lenguas dicen que era un chivato y alguien se encargó de mutilarle la sinhueso con un peine de nácar.
Al día siguiente de aquella conversación con Lou, Gianni Tres Manos Bandicot apareció ahorcado en el almacén del bar, aquello se llenó de policía y no pude beber en todo el día. Parece ser que Gianni había desvelado tantos secretos que no podía conciliar el sueño y decidió colgarse.