Detente
María Isabel Hernández Cerdeña | BELSY

Sus andares desacompasados la identificaban por la espalda. Tampoco hacía falta verla, sino oírla. La cadencia de sus pasos creaba una melodía reconocida por el cuerpo policial. Sus huellas dejaban un rastro que podía seguir cualquier persona invidente. Su aroma la delataba entre la multitud inmóvil.
Habían pasado muchos años desde su última detención; no la habían vuelto a pillar.
Aquel día fue distinto. El Cuerpo había sido renovado. Llegaron agentes de otras provincias ; pocos días después, fue capturada.
Es lo que tiene abrir las ventanas, las puertas, renovar el aroma viciado que se estanca en cualquier espacio añejo.