“Gulliver”, el ladrón, deja en el sitio del suceso pequeñas réplicas.
Ha despojado de sus colecciones a museos y fundaciones.
El mercado negro del arte no da señales de las obras sustraídas.
Fanático de la famosa serie forense de televisión, sus maquetas son un homenaje.
La prensa espera.
Exhibir las miniaturas recompuestas, será un insulto.
Para defender la poética narrativa de su obra sacará la voz.
Y toda voz es trazable.
En la ventana, unos ojos gigantes escudriñan curiosos.
La otra escala de esa mirada, clava su alfiler.
Todo el edificio es un insectario.