¿DÓNDE ESTÁ MI GATO?
María José Navarro Méndez | Yiyita

Era un dia gris, de esos que te invitan a quedarte en la cama, pero no podía evitar sentir que debía levantarme. Al principio, intenté acallar esa voz interior y no me moví hasta que entendí de dónde venía esa preocupación, esa sensación de vacío.
Empecé a gritar su nombre y salí de la cama con un brinco precipitado en su búsqueda… ¿Qué podía ser eso que le impedía venir a ronronear para pedirme comida ?
Recorrí cada rincón y no fui capaz de encontrarle, ni tampoco veía por dónde pudo escapar. Algo desesperado empecé a picar puertas preguntando a los vecinos si le habían visto o escuchado, pero nadie sabía nada y todos me veían con caras de extrañados.
Intenté calmarme, recordando todas las palabras que tantas otras veces dije a los familiares de desaparecidos: «Céntrate en lo último que recuerdas, cuéntame todo». Decidí hacerme caso, así que dibujé en mi cabeza su cara felina con esos ojos que me miraban ferozmente mientras amasaba mi regazo luego de su cena.
Recordé lo bien que me hizo sentir acariciar su lomo, luego de ese largo día de trabajo. Seguí pensando en cómo me siguió a la cama cuando fui a acostarme, silenciosamente vió como aseguraba la cerradura y todas las ventanas, hasta que se dejó caer a mi lado enrollada. Estaba seguro de que seguía así cuando me dormí y no supe nada más hasta esta mañana.
Volví sobre mis pasos mientras seguía gritando su nombre. Estaba ya llegando al dormitorio otra vez cuando me percaté de que había algo raro en el suelo, me acerqué para descifrar de qué se trataba y la cabeza me empezó a taladrar en cuanto vi que era una caja con los juguetes de mi ‘Gata’.
Bastó con ver su pelota favorita para despertar mis sentidos. Sin darme cuenta mis ojos se abrían cada vez más, mis oídos solo escuchaban un silencio atroz, mi piel sentía una lágrima caer, mi boca se secaba y lo que me terminó de despertar fue mi nariz al notar ese olor a rancio que sentí toda esa semana.
Por un momento no entendí nada, y sin embargo al segundo lo recordé todo. Se adueñó de mí el pánico que sentí 2 meses antes cuando la llevé al médico por el bulto que tenía en la panza, siguió conmigo la frustración de los días después de la operación cuando la vi desanimada, continué con la desesperación que me acompañó durante los últimos 10 días al verla subsistir con las pocas fuerzas que tenía, y ya me derrumbé del todo cuando escuché de nuevo esas duras palabras «Ha hecho metástasis»
No puedo entender lo que ha pasado, luego de juntar todas las piezas sigo sin poder aceptarlo. Y es que, quién diría que un investigador privado con tanta experiencia, podría olvidar y revivir cada día tan duros momentos como si fuese un nuevo caso, solo porque no es capaz de aguantarlo… ¿Pero quién puede soportar recordar a su gran compañera sufriendo, sin poder evitarlo?