DOSCIENTAS BALAS
GUSTAVO ZARAGOZA PASCUAL | WELFARE

El callejón había puesto punto final, al menos de momento, a la escapada de los reclusos recién evadidos del centro penitenciario.
La fuga había funcionado según lo previsto hasta que, al llegar a la ciudad, un control rutinario los obligó a escapar llamando la atención del vehículo policial que estaba realizando los controles y se lanzó tras ellos a toda velocidad.
Ahora, se encontraban atrincherados tras un parapeto formado por contenedores de basura y el coche con el que habían escapado de prisión. Frente a ellos a escasos metros de distancia los policías habían situado su vehículo de tal manera que impedía la huida.
No tenían más remedio que hacer frente a sus perseguidores, ninguno de los tres estaba dispuesto a volver a la cárcel, tenían pendiente de cumplimiento casi un siglo de condena, algo que ninguno de ellos estaba dispuesto a asumir. Se lo jugaban todo a vida o muerte, si eran capaces de acabar rápidamente con los integrantes de la patrulla que les perseguía, todavía estaban en condiciones de escapar hacia destino previsto, una lancha que los esperaba en el puerto, una vez en el mar les resultaría fácil alcanzar alguna costa en un país vecino en el que difícilmente los iban a identificar y mucho menos a capturar.
-Creo que la única solución es salir a pecho descubierto disparando sin cesar hasta que lleguemos a su altura. Una vez allí nos hacemos con el coche patrulla y escapamos, pero tiene que ser así en cuestión de minutos antes de que lleguen más policías, de manera que adelante, como hicieron los espartanos, a por ellos ¡
Contaban solamente con 200 balas y tres fusiles que habían robado en la armería del presidio. Con esto se tenían que defender y acabar con los dos policías.
Salieron de su refugio sin dejar de disparar en ningún momento en dirección hacia los policías. El tremendo ruido producido por disparos incesantes era realmente intimidatorio, la figura del trio acercándose hacia sus adversarios suponía todo un ejercicio de osadía. La cara de terror de los dos jóvenes funcionarios denotaba que era la primera vez que se veían en una situación como la que estaban viviendo, lo sorprendente es que a pesar del estruendo organizado en ningún momento notaron impacto de los proyectiles.
Junto al vehículo que habían robado quedaba la caja de la que habían extraído los cartuchos con los que estaban amedrentando a sus contrarios, en la parte trasera de la caja, algo de lo que ninguno de los tres se había percatado, se leía en letra muy destacada 200 cartuchos de fogueo.