14/02/2023
Atónito mira su reflejo en el espejo, unos preciosos ojos azules le están mirando desde el fondo. Un azul frío como el hielo y letal como el filo de un cuchillo. Se gira lentamente y se arrodilla ante ella, ha perdido la batalla, jamás lo habría pensado y ahora que lo ha descubierto no sabe qué hacer, le falta el aire y su pecho sube y baja en busca de oxígeno. La ansiedad es cada vez mayor al igual que su miedo. Ella se le acerca dulcemente y le propicia un abrazo, el terrible abrazo de la muerte, pues sin compasión le ha clavado en el estómago el gran sable que sujetaba. Suena una carcajada feliz y terrorífica que retumba en el eco de la habitación vacía junto con unas bonitas palabras: “El pajarillo te echará de menos”
31/01/2023
Óscar se despierta alterado y mira el reloj, las 3 de la madrugada. Desde que comenzaron los asesinatos no podía dormir. Sus compañeros del cuerpo de policía no lo entendían ¿Qué relación podría tener el asesino con él? ¿Por qué estaba matando a todo aquel que lo rodeaba?
Óscar observa apenado el otro lado de la cama, su mujer Lisa fue asesinada también hace varios días, la extrañaba mucho. Lisa y Óscar tenían una preciosa niña de 9 años llamada Ania y tras los escabrosos asesinatos se habían mudado a aquella bonita y acogedora casa que en aquel momento se encontraba custodiada por tres patrullas de policía. Óscar no se encontraba ejerciendo puesto que era muy probable que el asesino tuviera relación con él y estuviera cerca.
Las personas que amaba estaban siendo asesinadas. El modus operandi del asesino era el mismo, clavaba un afilado sable justo en el centro del estómago y después lo subía y bajaba abriendo en canal el cuerpo de sus víctimas. Una vez conseguido su cometido el asesino estiraba los brazos hasta colocarlos en cruz para terminar rodeándolos de plumas que se pegaban al cuerpo inerte con la propia sangre. Había encontrado así a sus padres, a su mujer, a su hermana y a su mejor amigo. Tenía mucho miedo que le ocurriese algo a Ania, era lo que más quería en el mundo.
Una lágrima le recorrió la mejilla dejando un rastro húmedo en su piel. Una sombra hizo que Óscar saliera de su ensimismamiento. Unos ojos grandes y azules lo miraban desde el pasillo. Óscar suspiró aliviado y con cariño dijo: “¿Tú tampoco puedes dormir pajarillo?”