El suelo cubierto de hojas anunciaba la llegada del otoño. Claudia sólo deseaba llegar a casa para darse un baño.
Hacía 6 meses que había llegado al pueblo para trabajar en la pequeña comisaría donde era conocida como Agente Santamarta.
Allí, junto con su veterano compañero, el agente Álvarez, investigaban pequeños hurtos, conflictos de lindes y poco más, de tal forma que ya habían intentado cerrar la comisaría en varias ocasiones y cada año insistían de nuevo.
Era ya tarde cuando una llamada la sobresaltó.
– Agente Santamarta, soy el agente Álvarez, siento molestarla. Me han llamado de la Residencia Geriátrica, Pepe no ha llegado a cenar.
Si pudiera pasar por allí y hablar con Sor Amalia, ya sabe que yo estoy de vacaciones con mi mujer, y me han telefoneado preocupadas.
– Ahora mismo me acerco.
Pepe era muy querido, había sido carpintero y aun jubilado hacía chapuzas a los vecinos.
Su vida había dado un vuelco inesperado cuando el agente Álvarez encontró el cadáver de su mujer en las afueras del pueblo con un ramo de rosas en la mano.
Pepe nunca superó su pérdida ni que su hijo Gabriel, con el que no tenían relación, no acudiera al funeral.
Desde entonces había ido a vivir al geriátrico para estar acompañado.
– Buenas noches, dijo Claudia. ¿Qué ha pasado?.
– Buenas noches, soy Sor Benita, voy a llamar a la superiora.
Claudia notó el nerviosismo de Benita y su tartamudeo.
– Estamos muy preocupadas dijo la superiora, no sabemos nada de Pepe.
– ¿Creen que ha podido irse sin comunicarlo?.
– No por Dios. Pepe nunca haría eso.
– ¿Cuándo se dieron cuenta que faltaba?.
– A la hora de la cena, Sor Benita pensó que se habría distraído ya que a las 18,30 estaba paseando con Juan el contratista.
– ¿Habéis preguntado a Juan?
– Claro. Y en el bar también.
Muchos vecinos pasaron a declarar.
Sor Benita había estado haciendo pastas toda la tarde, aunque ninguna compañera lo había confirmado, Juan tras hablar con Pepe se había ido a casa pero nadie lo habia visto entrar, Gabriel el hijo de Pepe estaba en el pueblo entregando un ramo de flores…… el círculo se acortaba.
Hacía frío y Pepe se sentía aturdido, estaba encerrado; sobre una mesa había flores y dulces recién hechos. Comenzó a pedir socorro y sólo escuchó una voz que decía. “Papá tranquilo, voy a ayudarte”.
Claudia leía los testimonios de todos una y otra vez, entonces las piezas del puzzle comenzaron a encajarle.
Álvarez había encargado unas flores y unas pastas y efectivamente Gabriel y Sor Benita confirmaron su venta. Su mujer no sabía nada de esas vacaciones y nadie lo había llamado del geriátrico solicitando su ayuda.
El momento más difícil para Santamarta fue descubrir a su compañero.
“No quería que se cerrara la comisaría, en los pueblos pequeños también pueden suceder casos importantes”, dijo Álvarez con los ojos llorosos mientras extendía los brazos para que le colocasen las esposas.