Ejercicios de respiración
Hazel Alicia Lara Romero | Victor Romero

El sonido estático de la tele y el pasar de las luces de los coches que vislumbran a través de las cortinas del cuarto me conectan al momento, siento mi corazón a punto de estallar por la adrenalina, escenas de cuando crecías abruman mi pensamiento, tu primer juego de béisbol, temblabas tanto que te enseñe una pequeña técnica de respiración «Uno. Dos. Tres.» Contando mientras sostengo el aliento y suelto el aire tan lento como puedo.

Ya no hay vuelta atrás; cuando inicie este plan justo en tu cabo de año, buscaba humillarlo, hacerlo un esclavo de su propia patética vida, me inventé una identidad falsa para poderme escabullir y obtener información para su sufrimiento pero «Uno. Dos. Tres.» Exhalo de nuevo.

Lo que pasó te juro no era lo que tenía en mente, no pensé que fuera capaz pero su risa irónica, mi desprecio, el vació que dejó en mi corazón al arrancarte de mi y esa maldita imagen que no me puedo quitarme de la cabeza de tu cuerpo mutilado, golpeado, henchido de podredumbre enardecieron mi ira que me arrojó a atravesar el círculo del infierno. Aunque sé lo que todos puedan pensar sobre mis actos, te puedo decir que en mi ahora brilla un calor de alegría, una pequeña ceniza de justicia calienta de nuevo mi corazón.

Cómo te dije a tus 18 años cuando no lograste entrar a la universidad que querías «A veces la vida tiene un plan diferente» ya sé que hacer con la mía en adelante, en un libreta de papel barato que ofrece como cortesía este hotel anotó los nombres de los que te hicieron daño hijo mío, una pequeña muesca de alegría se refleja en la esquina de mi labio al poder tachar el primer nombre «Uno. Dos. Tres.» Más tranquilo suspiro.