EL ANGEL DE LA NOCHE
TAMARA ACOSTA DIAZ | LUNATICA

Esta mañana Seattle amanece con una nueva víctima; JM, varón de 25 años, ha sido asesinado durante la madrugada en un callejón cercano a la discoteca Box House. Ya es el noveno de la lista y la policía se pregunta qué tendrán en común estos nueve hombres para haber sido ejecutados por un mismo verdugo.

Amber se despierta sobresaltada y decide levantarse aunque sean las tres de la madrugada; no quiere volver a revivir aquella noche, en la que tirada en el suelo y asustada, se llevó la mano a la cabeza y notó el tacto de la sangre caliente. Su pelo rubio simulaba un mar rojo. No vio a nadie, solo oyó risas que se clavaron en sus oídos. Quiso gritar, pero no le salió la voz; quiso levantarse y correr, pero las piernas no obedecieron a su cerebro. Aunque su cuerpo sobrevivió, su alma murió esa noche, entre las sombras.

Maddie se pinta los labios mientras se fija en que el vestido que le ha dejado su compañera de piso es muy corto para lo recatada que suele ser siempre su vestimenta, pero le da igual, hoy está de celebración y por una vez le apetece lucir sus piernas. Coge un taxi que la deja en la puerta de Box House.

James lleva un rato observándola. Desde que ha entrado por la puerta con ese vestido plateado no ha podido quitarle la vista de encima. Se dice a sí mismo que no es culpa suya, que él es un buen chico; la culpa es de esas fulanas que se visten provocando. Entabla conversación con ella, usando los mismos trucos de siempre. La chica se muestra predispuesta, o eso quiere pensar él. Cuando se despista, vierte unas gotas en su copa. Eso ayudará.
—¿Fumas, Maddie?
—Por qué no.
Se dirigen a la salida. Ya tiene a su presa a tiro. Cuando lleva la mitad del cigarro, la droga empieza a surtir efecto.
Conoce muy bien ese callejón. Si consigue ser rápido nadie los verá. La chica está consciente pero no puede moverse, será fácil.
Maddie quiere gritar, abofetear a ese intruso que está dentro de su cuerpo, pero sus músculos no responden. Vislumbra una presencia que se dirige hacia ellos. Reza para que vengan a rescatarla. Con un movimiento rápido y ensayado, la sombra amenaza poniendo la pistola sobre la sien de James. Un disparo directo al cerebro y dos más de ensañamiento sobre el pecho. Después huye, y a los pocos minutos aparece la policía y una ambulancia que asiste a la víctima.

En el interrogatorio Maddie se guarda para ella lo ocurrido. Afirma con ahínco que estaba inconsciente y que no recuerda nada. No quiere traicionar a quién le ha salvado la vida a ella y seguramente a muchas otras más. Piensa en el mechón rubio que accidentalmente salía del pasamontañas y no entiende la razón de su suerte, pero algo dentro de ella le dice que ese ángel de la guarda debe perdurar en el tiempo.