Aunque ahora ya esté viejo y un tanto senil, viejo amigo, nosotros llegamos a ser la mejor pareja de sabuesos que jamás haya pisado las calles de la ciudad de Barcelona. Ahora estás en esta sucia camilla de hospital, y sin apenas tener consciencia. Cómo me gustaría poder volver al caso del “Asesino de la cabina telefónica”, en el cual perdiste toda capacidad motora.
Si tan solo pudiera retroceder en el tiempo… Quizás si fuerzo mi memoria y consigo desenmarañar el hilo de recuerdos que inunda mi mente, pueda cambiarlos afectando así a los acontecimientos del futuro.
Lo vi en una película no hace mucho, “el efecto de las a las mariposas” o algo así.
Creo que, simplemente, soy un viejo detective, el cual no tiene a nadie al que explicar sus épicas historias, y simplemente te utilizaré como oyente, para no sentirme inerte como tú, lo siento, pero necesito sentirme vivo, revivirlo.
Era una noche oscura, particularmente oscura en mi memoria, estábamos tras la pista del “Asesino de la cabina telefónica”.
Un individuo que había causado, con su modus operandi, absoluto terror por todos y cada uno de los barrios de la ciudad. Las víctimas siempre habían utilizado una cabina telefónica con 7 días de antelación a su fallecimiento, recibían una llamada desde esa misma cabina el día en el que iban a ser asesinados, advirtiéndoles, de que se les iba a pasar un cobro extra en el recibo de teléfono de ese mes.
Una vez sus cuerpos se convertían en cadáveres, siempre se hallaban en la cabina correspondiente con el cordón del teléfono, ahorcándoles y un recibo sin pagar.
Gracias a esos recibos, que más tarde sabríamos eran de su propiedad, o de gente cercana a él, estábamos a un paso de atraparlo.
Nos presentamos en su casa, el corazón me asfixiaba, tú eras de pocas palabras, pero nos entendíamos con la mirada, a ti se te veía tranquilo.
Al presentarnos en su puerta, escuchamos que alguien decía claramente:
– Hola, se te va a pasar un cobro extra este mes, Claudia, para ahorrar podrías utilizar las cabinas telefónicas.
Esto nos tranquilizó un poco, en parte porque confirmábamos que ahí estaba, ese cabrón degenerado, y también porque su voz parecía bastante femenina.
Echamos la puerta abajo, ese asesino degenerando era un endeble fetichista de la telefonía, no opuso resistencia, incluso gimió de placer cuando lo detuvimos.
Pero entonces tuviste que resbalar con el cable de su teléfono, con tan mala suerte de que al estar la puerta rota, te caíste por las escaleras fracturándote las vértebras y quedando así.
Si tan solo pudiera ir y cerrar la puerta, si no nos hubiéramos querido hacer los héroes, ahora podrías ir a por el asesino de las camillas sucias, pero ya es demasiado tarde amigo.
Tranquilo, les conté a todos, que te quedaste así por forcejear con arma blanca, se me da bien mentir, también les diré a todos que tu respiradero estaba desconectado.